El objetivo de la agenda comercial de la Administración Trump, reflejado en el documento que la Oficina del Representante de Comercio de los Estados Unidos presenta anualmente a los legisladores, no parece funcionar en contra del comercio internacional o para instituir una postura proteccionista. Es más, el Representante Comercial de la Administración Trump aún no ha sido confirmado, por lo que estas políticas comerciales podríamos decir que son informales en este momento.
Pero este documento refleja el pensamiento de la Administración: que establece, que en el marco existente para las negociaciones comerciales internacionales y su tendencia hacia nuevos acuerdos multilaterales, son inadecuados. El equipo Trump quiere lograr sus objetivos comerciales a través de negociaciones bilaterales en las cuales se puedan proteger sus propios intereses, al mismo tiempo que obligaría a otros países a cambiar sus políticas.
En este contexto, es de observar que Estados Unidos no está obligado a cumplir sus compromisos ante la Organización Mundial de Comercio (OMC), los que son vinculantes pero no coercitivos; ni a cumplir decisiones de un grupo arbitral a resultas del mecanismo de solución de diferencias de la OMC. En ese contexto, al reafirmar su soberanía, Estados Unidos pretende que el proceso decisorio en cada uno de los conflictos comerciales que enfrenta, se resuelva fuera del marco de la OMC, empujando a los demás países Miembro interesados también a resolver las disputas de forma bilateral.
Sin embargo, es de considerar que el estatus quo de concesiones en la OMC se sostiene en dos acuerdos fundamentales. El primero, un conjunto internacional de protocolos comerciales que incluyen el principio de Nación Más Favorecida (NMF), que ha reducido barreras comerciales y aranceles. En segundo lugar, la existencia del mecanismos para resolver controversias que se suscitan entre los Miembros.
Y está claro que la Administración Trump no puede pretender entre sus planes el romper la OMC y provocar que las barreras comerciales aumenten, se compliquen acuerdos delicados como textiles y confección, zonas francas, y agricultura, y que un nuevo escenario internacional entre en conflicto con su objetivo de abrir mercados para las exportaciones norteamericanas.
Si Estados Unidos elige sacar los conflictos del marco OMC, ciertamente debilitaría el poder del foro multilateral, inspirando a otros países a ignorar también sus compromisos. Países con los cuales Estados Unidos tiene déficit comercial importante en contra (China, México, Alemania, Japón, Irlanda y Corea del Sur, entre otros) podrían ser los objetivos de tales maniobras, lo que provocaría reacción similar. La alternativa que tienen estos países es abrir un panel arbitral contra Estados Unidos o retaliar ante un eventual retiro o menoscabo de concesiones por parte de Washington.
Abrir paneles o retaliar podría estar precedido por vacilación en Miembros afectados, o incluso, por actitudes de desafiar frontalmente a Estados Unidos en la OMC. La OMC ha generado confianza en el sistema multilateral, considerado valioso desde la postguerra mundial, a lo que se suma que los países que mantienen déficit comercial desfavorable a Estados Unidos no son sus mayores socios comerciales, con excepción de México.
La vacilación de abrir un caso contra Estados Unidos, más bien se debe a las consecuencias que podrían traer las interrupciones millonarias en el flujo de comercio bilateral, lo que a la larga, podría cuestionar la estabilidad multilateral que brinda la OMC a Estados Unidos y a sus principales socios comerciales. No cualquiera se atrevería a socavar la confianza en la OMC, dada la interdependencia comercial global.
En cambio, China, Alemania y quizá otra potencia más, podrían decidir el desafiar frontalmente a Estados Unidos en industrias claves para lograr ciertos objetivos y presionar a Washington lo mejor que puedan, pero sin arriesgar OMC.
*Columnista de El Diario de Hoy.
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