La vida de Darwin Cerén pasa por aquí. El pequeño caserío Milagro de la Roca, en el Cantón Primavera de Quezaltepeque es su lugar en el mundo. Aunque haya visitado cientos de lugares por el fútbol, aunque esté radicado en Estados Unidos hace 4 años jugando en el máximo nivel de ese país. Ese campito que está separado por un muro es el que Darwin y su hermano Oscar ayudaron a transformar en una cancha de fútbol. Allí atiende a EDHdeportes, el lugar perfecto para relajarse y hablar de todo.
Quezalte
-¿Qué se siente cada vez que viene acá a este campito?
-Acá empezaron los primeros pelotazos. Jugábamos en un equipo que estaba en una segunda división, en una liga semiprofesional y lo más gracioso y motivante es que el equipo lo manejaba mi mamá. Casi toda la familia jugaba, mis tíos, primos, mi hermano Oscar, yo. Era un equipo de familia pero compitiendo, mi mamá era la directora del equipo, hacía los cambios y todo.
-¿Entrenadora exigente?
-Si, no le importaba que fuera familia, si andaba mal te ibas para afuera, no había forma de estar peleando ahí, porque me saca, porque si no, te cae… (risas)
-Los mejores recuerdos, imagino...
Varios. Una vez me paré en el balón bien feo, pensé que me había fracturado una pierna, me sacaron del campo chineado. Quedamos cero a cero y pasé 10 minutos afuera. Y entré a tirar el penal y lo metí, ni caminar podía y pasamos a la final. Y jugamos en Lourdes y la ganamos. Así pasamos a Primera en las ADFAS. El equipo se llamaba El Jabalí y competíamos en la liga federada de la Libertad.