Que Gustavito nos enseñe a vencer la indiferencia

Nos debe preocupar la protección de la naturaleza, pero también el irrespeto a la vida humana en todas sus fases, especialmente en un país como el nuestro en el que tantas personas son víctimas de la violencia.

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04 March 2017

La muerte del hipopótamo Gustavito ha acaparado la atención de los medios de comunicación, tanto a nivel nacional como internacional. A todos nos impactó la primera versión del caso. ¡Qué gente más salvaje la que hay en este país, como para ser capaces de agredir así a un animal! Pero pensándolo un poco mejor, una hipótesis como esta deja muchas dudas: ¿cómo es posible que se burle tan fácilmente la seguridad del Zoológico y no escuchar los fuertes ruidos que hace este animal? ¿Cómo se puede agredir a un hipopótamo sin que éste se defienda? ¿Acaso es posible atravesar su gruesa piel con un picahielos? 

Conforme pasan los días, surgen otras versiones. Este miércoles, la Fiscalía reveló que Gustavito murió por una hemorragia pulmonar aguda y no por lesiones con picahielos, como informó en un primer momento la Secretaría de Cultura. La necropsia, además, determinó que el cadáver del hipopótamo no presentaba penetraciones en la piel por objetos cortopunzantes.

Esto nos hace dudar de la confianza y fiabilidad de las autoridades de Cultura y del Zoológico, y las pone en jaque por tan extrañas y contradictorias versiones. Esto es preocupante y deben responder hasta que se conozca la verdad. 

Sin embargo, mi intención no es tratar sobre las contradicciones y extrañezas del asunto, pues aún queda que las investigaciones se desarrollen. Hay otras cuestiones, más de fondo, que me llaman la atención. 

Después de conocerse la situación y posterior muerte de Gustavito, muchos condenaron el hecho –quizás motivados por lo que habría sido una brutal agresión–, protestaron frente al Zoológico y hasta exigieron la renuncia de sus autoridades. A esto se sumaron miles de comentarios de disgusto en las redes sociales. 

Otros fueron contrarios a las condenas del hecho, tildando a los defensores de los animales como hipócritas, al mostrarse tan afectados por la muerte de un hipopótamo y no hacer lo mismo cuando se trata de la muerte violenta de un ser humano. 

No se trata de llevar al extremo ambas posturas, ni son excluyentes entre sí. Ambas tienen sus buenas razones. Por una parte, nos debe preocupar la protección de la naturaleza; por otra, el irrespeto a la vida humana en todas sus fases, especialmente en un país como el nuestro en el que tantas personas son víctimas de la violencia. 

Tomemos lo rescatable de este hecho: la rápida indignación, rechazo y solicitud de respuestas a las autoridades por la muerte de Gustavito. 
Ojalá todos los salvadoreños reaccionáramos así ante la situación de criminalidad que atravesamos, en la que una vida humana vale un celular, una extorsión o el circular por una zona controlada por pandilleros. Lamentablemente, un paisano muerto más no es noticia –como lo es la de un hipopótamo–, sino solo carnada para el sensacionalismo y el morbo. 

Ojalá todos los salvadoreños exigiéramos soluciones reales –¡para ya!– al Gobierno. Pero esto implica vencer la comodidad, ir más allá de las redes sociales y no quedarse en el sentimentalismo que puede ocasionar el ver morir a un pobre animalito. 

Necesitamos unirnos y dejar de ideologizar. Señalar que un gobernante está haciendo mal su trabajo no es cuestión de derechas o izquierdas. Sí, algunos se aprovechan de esto, pero no hay que ser genio para darse cuenta de que algo va mal en un país cuando no se respeta lo más fundamental (la vida), o cuando no alcanza el dinero y el Ejecutivo sigue con sus gastos onerosos. 

Señalar la inutilidad de nuestras autoridades y exigir soluciones es un derecho que tenemos, pues somos nosotros quienes les pagamos sus salarios con nuestros impuestos. 

Tristemente nos hemos malacostumbrado. ¿Es posible que salgamos de este letargo? ¿Cuándo lo vamos a hacer? ¡Que Gustavito nos enseñe a vencer la indiferencia y poner un alto al desastroso manejo de este país! Nuestros vecinos guatemaltecos lo lograron… 

*Periodista.
jaime.oriani@eldiariodehoy.com