Comienza el Adviento: tiempo de alegre llegada

Lastimosamente algunos han invertido el sentido del “Adviento”. Se olvidan de lo espiritual y se preocupan solo de lo material. Lo que celebraremos en Navidad es el Amor de Dios entre nosotros.

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Por Elizabeth Castro

01 December 2017

El mundo entero, y en forma especial los cristianos, se preparan para celebrar una de las fiestas más esperadas del año: la Navidad. Los días anteriores muchas personas viven inquietas, el comercio se alborota, los empleados esperan su aguinaldo, las fiestas se multiplican, se distribuyen miles de regalos y las redes sociales enloquecen. El motivo es obvio: es una fiesta que nadie quiere perderse. Cada quien la celebra a su modo, pero el que no se ubica en el sentido cristiano, queda con un vacío espiritual.

Estamos iniciando el “Adviento” y como dice el Papa Francisco, está dominado por el tiempo de la “visita del Señor a la humanidad que sucedió con la Encarnación”. Jesús sigue caminando a nuestro lado, se hace cercano, es una presencia muy cercana, consoladora, por último, vendrá al final de los tiempos como lo profesamos en nuestro Credo: “De nuevo vendrá en la gloria para juzgar a vivos y muertos”.

El adviento nos invita a pensar no solo en lo pasado, sino en lo que está por venir. Vivimos en mundo muy convulsionado en lo político, lo social, lo religioso, lo indiferente, pero existe la “certeza “de que la luz que viene de lo alto triunfará hasta que venga al final de los tiempos”.

La liturgia de estos días nos invita a “alegrarnos” porque la alegría es esencial en la vida del cristiano, es evangélica. Será una alegría auténtica hasta que dejemos de apoyarnos en todo aquello que puede sernos arrebatado y destruido por las fuerzas del mundo. La fuerza del amor es lo que nos hará felices.

Nos dice San Pablo: “La noche va avanzando y se acerca ya el día. Despojémonos de las obras de las tinieblas y vistamos las armas de la luz. Andemos decentemente y como de día, no viviendo en comelonas y borracheras ni en amancebamientos ni libertinajes ni en querellas ni envidias, antes vestíos de Jesucristo”. Por lo tanto, adviento es despabilarse, buscar a Dios, reconciliarnos con los hermanos, buscar la paz en las familias, olvidar todo lo negativo que afecte nuestra paz interior.

Lastimosamente algunos han invertido el sentido del “Adviento”. Se olvidan de lo espiritual y se preocupan solo de lo material. Lo que celebraremos en Navidad es el Amor de Dios entre nosotros, la tan esperada presencia de un Dios que comienza a vivir en nuestro mundo.

Celebraremos la primera venida histórica de Dios al mundo. La Palabra hecha carne ha venido a habitar entre nosotros para salvarnos. En todos los lugares más remotos del mundo resuenan cantos de alegría para proclamar el mensaje de paz que escucharon los humildes pastores de Belén: “Os anuncio una gran alegría: hoy os ha nacido un Salvador, el Mesías, el Señor” (LC 2, 10-11). Fueron unos humildes pastorcitos los que acudieron presurosos a Belén para reconocer al Mesías. Otras personas, como las autoridades las autoridades políticas y religiosas, ni se enteraron o no se quisieron enterar de lo que había sucedido, y como dice San Juan: “Vino a los suyos y los suyos no le recibieron”.

Ojalá que los cánticos y villancicos de Navidad que ya estamos escuchando nos traigan señales luminosas y nos muestren los mejores caminos. Reconozcamos que hay una promesa más grande que el poder o las cosas materiales. Dios viene a traernos paz y fraternidad. Que tengan un buen adviento.

*Sacerdote salesiano