La semana pasada, escribí haciendo un análisis, apoyado en las ideas de Simon Sinek, sobre la generación Millennial. Agradezco los tantos mensajes que recibí con opiniones y sugerencias que ayudan a enriquecer y a precisar algunas de las cuestiones tratadas.
Otros comentarios que recibí fueron, lamentablemente, poco elegantes, vacíos de argumentos y hasta con insultos, obligándome a pedir disculpas. No lo debo hacer, pues se pide perdón cuando se ofende y mi único fin fue dar un diagnóstico para proponer soluciones. Esas demandas y actuaciones me acuerdan a otra característica de esta generación, que a propósito quise dejar de lado en el artículo anterior: los millennials son hipersensibles.
Resumo la descripción del artículo del medio colombiano Semana: “En el mundo anglosajón los llaman la generación snowflake, porque son tan frágiles como un copo de nieve (…) Un estudio de Pew Research reveló que esta es la generación que menos valora la libertad de expresión, pues cerca del 40 por ciento se inclina por censurar discursos que puedan ser ofensivos. Según Claire Fox, directora del Instituto de Ideas en el Reino Unido y autora del libro ‘I Find That Offensive!’, muchos no pueden lidiar con puntos de vista distintos a los suyos, y no toleran las críticas a pesar de que sean válidas. ‘Reaccionan agresivamente porque creen que tienen derecho a hacerlo y además exigen disculpas si llegan a sentirse ofendidos’, afirma la autora. Esta conducta quizás se exacerba porque buscan luchar por el respeto a la individualidad, a la aceptación de las diferencias, y en ese contexto las críticas pueden percibirse como una agresión a la libertad. (…) Este fenómeno ha sido particularmente visible en las universidades de los países del primer mundo. Las instituciones más tradicionales han prohibido a varios profesores opinar sobre temas políticos, de raza o género porque es preferible proteger a los alumnos de supuestas agresiones”.
Para no desviarnos del tema y aprovechar el espacio, sigamos con las propuestas de Sinek, las cuales me son útiles a mí –también millennial-, porque soy consciente de los defectos propios y de su generación.
De alguna forma, podemos decir que es alentador saber que, según el autor inglés, no todo es culpa de los millennials. No es una excusa, pero, al menos, ayuda a que otras generaciones sean más empáticas y den una mano.
En los ambientes corporativos en los que se suelen desarrollar, importan más los números que las personas, importan más las ganancias a corto plazo que las de largo plazo, importa más un año, que toda la vida. Estos ambientes no ayudan a ganar en confianza, en autoestima, en el sentido de la verdadera colaboración, ni a hacer frente a los retos del mundo digital y el balance que esto requiere. Ello no colabora a superar el deseo de recompensa inmediata y hace olvidar la alegría y satisfacción que da trabajar duro por algo durante mucho tiempo o por lo que no se puede conseguir en un mes o en un año.
Lastimosamente, los millennials se culpan por esta sensación de insatisfacción y creen que son ellos los incapaces. Por eso las empresas (y las familias también) deben asumir una nueva responsabilidad: encontrar las maneras de construir su confianza y enseñarles las habilidades de sociabilidad de las que carecen, como formar relaciones más profundas, saber lidiar con el estrés y las presiones.
Una de sus propuestas es limitar el uso del celular, para que, en esos tiempos libres, las personas tengan oportunidad de intercambiar, conversar y concentrar y enfocarse en lo que hacen. Así comienzan a formarse las relaciones, se genera confianza y propicia que la gente sea un poco más contemplativa para generar nuevas ideas.
Los millennials son una generación con una amplitud de miras y grandes aspiraciones, que les permite ver la cumbre a la que quieren llegar, pero frecuentemente se olvidan de lo tortuoso y empinado del recorrido. Para esto, Tomás de Aquino, muchos siglos antes que Sinek, daba ya una clave: ganar en fortaleza, una virtud que modera la agresividad y el temor, para no desviar a la persona del bien que debe hacer, según el juicio de la prudencia. Se trata de saber soportar y afrontar las dificultades con moderación.
*Periodista.
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