Si hubiéramos sido ciudadanos de Roma en busca de entretenimiento durante el primer siglo (AD), lo más probable es que hubiéramos ido al Circo Romano. A ver, entre animales y competencias de carruajes tirados por caballos, sangrientísimas batallas mortales entre gladiadores. Apelando a lo más visceral de la naturaleza humana, el morbo que producía la sangre derramada sobre la arena llenaba el estadio y enardecía las multitudes.
Salvajismo, ¿no? Cualquiera pensaría que como humanidad hemos evolucionado y que nuestros gobernantes ya no tienen que recurrir al mismo tipo de “circo” para entretener a las masas. Sería fácil pensar que ahora la total destrucción de la humanidad ajena ya no es fruto del mismo nivel de entretenimiento. Pero no. La verdad de las cosas es que seguimos siendo asiduos visitantes del Circo Máximo, con la misma sed de sangre y el mismo morbo asqueroso, solo que ahora al circo le hemos dado un nombre diferente y un formato más acorde a las modernidades tecnológicas de la actualidad.
Si no, ¿cómo más se justifica el manejo de la cuenta de redes sociales de la Fiscalía General de la República? Y amarrado a eso, ¿cuál es la filosofía detrás de la cobertura mediática que durante años se le ha dado al aparato de persecución del delito en este país? Han olvidado, desde los editores que avalan la publicación de fotos y nombres de quienes han sido aprehendidos por acusárseles de un delito hasta el departamento de comunicaciones de la Fiscalía, que en nuestro país aún ampara a todos los ciudadanos el principio de presunción de inocencia. Lo que eso quiere decir es que este principio es de hecho afectado todos los días, cuando por la publicación de esta información -- como carne roja para alimentar el morbo de las masas -- se juzga, procesa, y condena culpable en el tribunal de la opinión pública (que no tiene todos los datos del caso) a personas que bien podrían ser inocentes. Las fotos de allanamientos (que en sí mismas no constituyen prueba alguna de culpabilidad), de presos humillados, ¿ayudan en algo a la Fiscalía a hacer su trabajo?
Incluso en el caso de aquellos con más posibilidades de ser condenados, la publicación de sus fotografías en su momento más vulnerable no cumple una función de servicio público. Es el mismo principio del Circo Máximo: sangre derramada sobre la arena. El mismo fin de alimentar el morbo de las audiencias que fácilmente olvidan la humanidad común e inevitable entre ladrones y honrados, corruptos y honestos, víctimas y victimarios. La misma dignidad: culpables e inocentes. ¿O es que hace excepciones nuestra Constitución cuando hace de la persona humana origen y fin de la actividad del Estado?
Muchos apenas se dieron cuenta de la grave violación de derechos que estas prácticas constituyen hasta que se vieron afectados, y es un paso importante. Merece aplausos la postura del Centro de Estudios Jurídicos de defender a los miembros de su gremio de semejante trato inconstitucional e innecesario (mismo que se ha visto replicado por medios digitales e impresos). Pero por coherencia, hace falta reconocer que estas prácticas no son nuevas. Solo el formato ha cambiado. Igual victimizaron a tatuados y nadie dijo nada “porque más de algo han de haber hecho”. Es positivo tener una Fiscalía que cumple con su deber y hace su trabajo. Pero el atropello de derechos humanos no es parte de su trabajo.
* Lic. en Derecho de ESEN con maestría en Políticas Públicas de Georgetown University. Columnista de El Diario de Hoy.
@crislopezg