Los Príncipes del Presupuesto

Llamar a "impulsar nuevos diálogos" para lograr "una segunda generación de acuerdos", en el mismo momento en que se rompió, con acciones, uno de los únicos diálogos que han dado frutos, es contradictorio.

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08 February 2017

En El Salvador la palabra “diálogo” ha pasado a formar parte de un lenguaje idealista y engañoso a la vez. Utilizado por la clase política gobernante e inmortalizado por la comunidad internacional, este término se ha vuelto el principal invitado de una narrativa que demanda nuevos “acuerdos” de nación, mas ignora el principal componente de los mismos: la honestidad.

 La aprobación del Presupuesto General por parte del oficialismo y sus aliados, rompiendo pactos establecidos con la oposición y promesas a la sociedad civil, ejemplifica lo antes mencionado. Asimismo, sigue al pie de la letra los consejos del filósofo político italiano Nicolás Maquiavelo, quien comenta, en su obra “El Príncipe”, como “son precisamente los príncipes que han hecho menos caso de la fe jurada, envuelto a los demás con su astucia y reído de los que han confiado en su lealtad, los únicos que han realizado grandes empresas”.

Para Maquiavelo un gobernante tiene “dos maneras de combatir: una, con las leyes; otra, con la fuerza”. Cuando la lucha legal falla, se debe recurrir a la fuerza, convirtiéndose el Príncipe “en zorro y en león”. El león “no sabe protegerse de las trampas ni el zorro protegerse de los lobos”. Por ende, hay que, según el filosofo italiano, “ser zorro para conocer las trampas y león para espantar a los lobos”.

Maquiavelo considera que un líder que adopta dichas características no debe de respetar “la fe jurada” cuando esta “vaya en contra de sus intereses” y cuando “haya desaparecido las razones que le hicieron prometer”. Para que esto sea un éxito, el gobernante debe de “disfrazarse bien y ser hábil en fingir y en disimular”.

En noviembre de 2016, la mesa de diálogo entre el oficialismo y la oposición acordó un pacto fiscal que resultó en la emisión de bonos por $550 millones. Asimismo el partido de gobierno se comprometió a utilizar este mismo mecanismo de discusión en cuanto a la revisión del Presupuesto General de 2017, así como de buscarle financiamiento a los compromisos faltantes en el mismo, con el fin de no presentar un presupuesto desfinanciado. 

No obstante, a la hora de dialogar sobre este tema, el gobierno adoptó una postura férrea. Se rehusó a detallar la proveniencia de los fondos para financiar el presupuesto así como de escuchar las propuestas de la oposición. En lugar de buscar un arreglo y sacrificar alguna de sus intenciones, tal como lo habían hecho ambas partes en el pacto fiscal, decidió encantar a los partidos pequeños. El resultado: un presupuesto desfinanciado, dejando en el limbo a pensionados y trabajadores del sector salud, con mayoría simple, sin discusión alguna. 

El Gobierno rompió su compromiso en el momento en que este fue “en contra de sus intereses” y cuando “habían desaparecido las razones que le hicieron prometer”. Ignoró a la oposición, sindicatos y trabajadores que habían confiado en su palabra.
  
Llamar a “impulsar nuevos diálogos” para lograr “una segunda generación de acuerdos”, en el mismo momento en que se rompió, con acciones, uno de los únicos diálogos que han dado frutos, es contradictorio y solamente abona a la incertidumbre y desconfianza que se percibe en el país. 

Cientos de años después “El Príncipe” ha cobrado vida una vez más. Es difícil esperar que un político, en estos dorados tiempos, se comporte de una manera sumamente honrada y no adopte ciertos consejos de Maquiavelo. Sin embargo, se puede prevenir ser una víctima más de su engaño. La próxima vez que escuchemos algún discurso romántico y encantador, utilizando las palabras “diálogo” y “acuerdos”, no olvidemos que aquellos que lo pregonan son también los Príncipes del Presupuesto. 
 

*Colaborador de El Diario de Hoy.