Lo tradicional es que a los vendedores se les pague un salario base, frecuentemente el mínimo y un cinco por ciento de comisión por el volumen que vendan… Y hay excelentes vendedores, pero también, no muy buenos.
El problema para la empresa es que cuando se trata de un vendedor conformista o que solo quiere conseguir un presupuesto complementario para la casa, cuando cubre la cantidad esperada, pierde el interés por seguir esforzándose y aunque sea posible vender más, prefiere atender su correspondencia personal electrónica y revisar por horas y horas las “novedades” en las redes sociales…
Supongo que algún día se analizará en alguna tesis universitaria cuánto del PIB se pierde en este país, en el sector público y el privado, por la desatención al trabajo y la concentración en los asuntos personales y las redes sociales.
Con razón me envió un amigo el siguiente mensaje: ¿Quieres rentabilizar tu tiempo las redes sociales? ¡Salte de todos los grupos en los que te has o te han metido tus amigos y trabaja!
Pero volviendo al tema y buscando una nueva forma de rentabilizar varios negocios, una empresa está haciendo la oferta de participación de un porcentaje significativo en los resultados de varios negocios poniendo su director todo lo necesario para que el socio lo gestione y lo haga crecer. El socio solo tiene que elaborar una estrategia, discutirla, que se la aceptan y luego mediante un contrato, explotarlo y percibir un buen porcentaje de los resultados.
Pues, fíjese, tiene que seguir buscando candidatos trabajadores, eficaces y eficientes que quieran percibir ingresos crecientes… Con quienes ha conversado, prefieren el salario fijo aunque sea poco y el cinco por ciento de comisión hasta cubrir su presupuesto…
¿Cómo va a progresar un país si la gente se conforma con un poco más de lo mínimo?... La semana pasada se escribió en EDH sobre la “desesperanza aprendida” y quizás esto también está sucediendo en el ámbito profesional.
Perder la esperanza es lo peor, de la misma forma que no tener ilusión por progresar personal y profesionalmente. Quizás los siquiatras, sicólogos y sociólogos descubran por qué mucha gente no tiene ilusiones de saltos significativos y se conforma con sobrevivir…. Quizás también eso explica, que desde hace dos siglos casi todo extranjero que llega aquí y trabaja, no se va, aprende a vivir entre nosotros y en poco tiempo está mejor aquí que en su país…
El argumento y cantaleta redundante de la “falta de oportunidades” no siempre es cierta, porque a muchos, cuando se las presentan lo piensan y responden: “¿Y si no se puede?”, “¡Es muy difícil!”, “¡La situación está fregada!”, “¡Es mucha responsabilidad!”…
Conozco el caso de un muchacho entre los 30 y los 40 de oficio orfebre que hace piezas muy bonitas. Yo le propuse ayudarle a montar un taller y vender las joyas por internet, después de un tiempo le pregunté cómo seguimos y fríamente me respondió: “Un taller es mucha responsabilidad” y no aceptó la ayuda.
Muy sabio es el refrán que bien define esta pobre condición advirtiéndonos: “ ¡Andan buscando trabajo y rogando a Dios no encontrarlo!”.
No señores… ¡No hay almuerzo gratis! Con esta mentalidad el país no saldrá, ni de la “mentada pobreza”, ni del espíritu: “Como estoy, estoy bien… ¿Para qué esforzarme más?”.
*Columnista de El Diario de Hoy.
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