Los funcionarios públicos están al servicio del pueblo, administrando honradamente los recursos que proceden de los impuestos que todos pagamos. Para lograrlo, los partidos políticos deben elegir como candidatos a profesionales inteligentes, con adecuada preparación académica, de reconocida probidad y experiencia, para que respondan a la confianza en ellos depositada.
En estos 7 años gobernando el FMLN pareciera que algunos funcionarios llegaron al cargo, considerando que serían propietarios de un feudo en el que podían hacer, deshacer y decidir lo que les diera la gana, sin importarles las leyes, el beneficio para la población y el uso adecuado de recursos.
El edil Bukele parece creer que la Alcaldía de San Salvador es una herencia de la que no tenía por qué dar cuenta de sus acciones, por disparatadas que resultaran. Ya durante su campaña y en su gestión en Nuevo Cuscatlán actuaba como un adolescente, lo que ha demostrado en la capital. Las millonarias campañas para destacar dudosas obras realizadas, hacen sospechar una enorme necesidad de adulación para aumentar su tal vez baja auto estima.
Nombrar a sus parientes en cargos en la alcaldía, desestimando prohibición vigente, su presunto liderazgo en la vergonzosa campaña de troles, para falsificar los sitios electrónicos de dos prestigiosos periódicos, el vocabulario grosero empleado en los mensajes para sus secuaces, y dirigir una manifestación con tintes de bochinche callejero frente a la Fiscalía, no corresponden a un funcionario que, por su cargo, merece respeto.
Sin importarle los daños que causaría, ordenó talar los árboles de la Plaza Libertad, para sembrar especies florales nativas, mientras el lugar permanece bardeado por tiempo indefinido, como la Plaza Morazán que lleva dos meses cercada y la San Martín, casi un año. Parece que no hubo una planeación y un cronograma, pues la siembra de esos árboles decorativos deberá ser en invierno, así que la mutilación anticipada del parque resulta inútil.
El Mercado Cuscatlán parece haber sido un gran negocio para el alcalde y el afortunado expropietario, pues según el registro el valor del inmueble era de $800,000, y pagaremos $25 millones. Como la instalación de lámparas led, cuya poca transparencia y mal cumplimiento demostró la Alcaldía de Santa Tecla, en la administración anterior, con lámparas usadas, atadas con alambres retorcidos, instalados por la misma empresa. Y la última negociación, el sistema de vigilancia, con la empresa más cara, sin capacidad financiera ni experiencia. Y todos estos negocios, que suman varios millones, a ser pagados a plazos entre 20 y 30 años. Se ha acostumbrado a ignorar irrespetuosamente las objeciones de concejales de otros partidos, y a los contribuyentes al negarse a dar explicaciones o disculpas por su arbitraria conducta.
Sin embargo, los que votaron por él ya sabían lo que sería su gestión, ante los resultados de Nuevo Cuscatlán. Derribó el edificio de la Alcaldía, prometiendo construir uno nuevo, y trasladó las oficinas municipales a una casa que alquiló para una escuela técnica, que por contrato no podía usarse para otros fines, y que tiene varios meses en mora. En las paredes del municipio sigue su frase de campaña “Cuando no se roba, los impuestos alcanzan”, lo que desmienten las finanzas municipales que presentan números rojos.
Un funcionario responsable sentiría vergüenza e intentaría dar explicaciones a los ciudadanos de tantos desaciertos que nos están endeudando seriamente. Pero el joven Nayib considera San Salvador como una finca, y que el voto ciudadano le dio un cheque en blanco para hacer su gana, demostrando su inexperiencia destruyendo la capital. Otro período más, y no habrá necesidad de otro terremoto.
*Columnista de El Diario de Hoy.