Escuchar sobre la necesidad de que los partidos políticos mayoritarios se sienten a dialogar para encontrar respuesta a los problemas del país se ha convertido en el pan diario de los salvadoreños. El Ejecutivo ha organizado mesas en los temas de desarrollo económico, sostenibilidad de finanzas públicas y reforma de pensiones; la oposición le ha puesto pausa a esos diálogos, señalando la falta de voluntad de cumplir los acuerdos que poco a poco se fueron armando. Mientras dura esa pausa, la ciudadanía continúa echándose al hombro los problemas que se generan de la mala administración de las finanzas estatales, tales como la escasez en los servicios públicos y deterioro en áreas como educación, salud y seguridad.
La urgencia de un diálogo político en que las partes le den valor y sentido a la opinión del otro no es nada nuevo. Probablemente, la necesidad de este se encuentra desde que los dos partidos mayoritarios se consolidaron como tales. Ambos institutos políticos han centrado sus esfuerzos en mantener, obtener o regresar al poder, alejándose del ideal de procurar el bienestar de todos los ciudadanos en una sociedad democrática. Algunas personas consideran que para alcanzar este ideal es necesario estar en una posición de dominio de los órganos Ejecutivo y Legislativo, para así ejecutar las políticas que se consideren convenientes para cada problema.
Sin embargo, la solución a los problemas que afectan a El Salvador no puede resumirse en que uno u otro partido se encuentre en el poder, sino que ambos sean capaces de construir soluciones conjuntas; y, además, que estas respuestas sean realistas al problema que se enfrentan. Cuando cualquiera de los partidos ofrece soluciones generalmente lo hace analizando una sola óptica de manera sesgada; el problema lo ven solo de un lado y por tanto las propuestas para solventarlo son incompletas. Y, además, las medidas que deben tomarse en muchas ocasiones son impopulares.
Cuando hablamos de solucionar el problema fiscal de El Salvador es necesario reducir el gasto del Estado; y hacer referencia al gasto no hablo de los montos asignados a los programas sociales como tienden a hacerlo ver los funcionarios de Gobierno, sino al gasto superfluo que no supone ningún beneficio para la población, tales como viajes, seguros médicos, alimentos, carros, gasolina, etc. Además, es imperativo que se reduzca la plantilla laboral en las instituciones públicas, pues existen plazas innecesarias y sueldos arbitrarios e insostenibles para las finanzas públicas.
En la respuesta al problema fiscal también debe analizarse el ingreso, pues es claro que el dinero que actualmente se recauda no alcanza para cubrir las obligaciones adquiridas y los gastos necesarios. Quizá sea necesario establecer impuestos adicionales o aumentar los porcentajes de los que ya tenemos; también, es obligatorio buscar la forma de combatir la evasión y elusión fiscal, así como ampliar la base tributaria mediante la formalización de muchas empresas y personas. La solución no se limita a una u otra opción, tienen que tenerse en cuenta ambas, gasto e ingreso.
En el caso de la reforma de pensiones, algunos expertos señalan la necesidad de evaluar las posibilidades de aumentar las tasas de cotización y edad de retiro de los ciudadanos. Todas las medidas mencionadas anteriormente son impopulares, pues muchos no quiere que se limiten sus beneficios, que se ordenen los sueldos, que se prescinda de los servicios de muchos en instituciones estatales, y definitivamente nadie quiere que se cobren más impuestos, pagar más al sistema de pensiones y trabajar más años. Pero si se quiere solventar el problema de manera integral, son medidas que vale la pena analizar o establecerse.
Para que los diálogos y negociaciones entre el Gobierno y la oposición tengan sentido, es necesario que estas realmente resuelvan los problemas que afectan al país, no que sean placebos que alivien temporal o falsamente las coyunturas. Estas respuestas pueden ser impopulares, pues a nadie le gusta hacer sacrificios en el corto o mediano plazo, pero pueden constituirse como las respuestas adecuadas. Los partidos políticos deben dejar a un lado los oportunismos o intereses políticos y construir respuestas efectivas a los problemas que aquejan a El Salvador, aun si estas son medidas impopulares. Nadie quiere ser el villano ante los votantes, pero, en este caso, todos tienen que serlo.
*Columnista de El Diario de Hoy.