El hecho de dar o recibir noticias puede no ser una experiencia agradable, sobre todo si éstas son “malas noticias” y además van acompañadas de la inexperiencia natural que nos caracteriza al entregar este tipo de comunicados.
En la práctica esto es más difícil cuando los receptores de las “malas noticias” son niños o adolescentes. Esto es así, pues el impacto que causa la noticia va más allá de ese momento, puesto que el niño o adolescente que las recibe experimentará emociones y sentimientos que pueden llegar a ser duraderos en sus vidas.
De estas emociones y sentimientos, la ansiedad, temor y depresión siguen siendo los que con mayor frecuencia son experimentados por los jóvenes y niños al recibir noticias que no son esperadas y que además son catalogadas como “malas noticias”. Si este proceso no se realiza en forma adecuada, este impacto puede llegar a modificar no solamente la salud física y mental en forma permanente, sino que puede alterar las creencias religiosas y actitudes ante diferentes aspectos del diario vivir.
En un artículo publicado en la Revista de la Sociedad de Psicología Social en octubre de 2013, las psicólogas de la Universidad de California en Riverside, Angela Legg y Kate Sweeny, encontraron que los que dan las noticias prefieren dar las “buenas noticias” primero; sin embargo, los que las reciben prefieren primero las “noticias malas”.
Para las autoras, el exponer las “malas noticias” primero permite desplegar mejores posibilidades para resolver el problema en cuestión y así remediar la causa de las noticias, lo que permitirá que siempre se encuentre un espacio para la esperanza.
Este octubre pasado, la doctora en medicina Claire McCarthy, pediatra del Hospital de Niños de Boston y Profesora Asistente de Pediatría de la prestigiosa Universidad de Harvard, presenta cuatro propuestas para notificar no solamente las “malas noticias”, sino también aquellas noticias que por su naturaleza las consideramos una tragedia, como sería la muerte de un padre, un hermano, un amigo o un abuelo.
En una forma condensada serían: 1) De la noticia en términos sencillos, dándole importancia a la honestidad de los hechos pero evitando descripciones violentas. 2) Hacer del conocimiento del niño y adolescente que las “noticias malas o tragedias” no son la generalidad en la vida. Hay muchas noticias que se consideran buenas, pero a las que lastimosamente no se les da importancia. 3) Reforzar el concepto que siempre hay personas que ayudan cuando nos encontramos con accidentes o desastres naturales. Esto es especialmente valido en los casos de desastres naturales tales como terremotos y huracanes, en donde el número de voluntarios honestos y desinteresados casi siempre sobrepasa el número de víctimas. Y 4) Mostrar la incondicionalidad de la ayuda y presencia nuestra como padres, no solamente en la circunstancia del momento, sino la certeza de nuestra presencia ante cualquier incidencia en la vida.
En un mundo cada vez más intransigente e intolerante y viviendo en una sociedad con uno de los niveles más altos de acontecimientos violentos, no hay duda de que el saber expresar las noticias de la forma adecuada, ayudara a apaciguar los impactos negativos que los niños y adolescentes tengan que enfrentar en el presente inmediato y en un futuro no muy distante.
* Médico
y colaborador de El Diario de Hoy