Hace una semana, la prensa europea publicó una historia poco común en el ámbito laboral de Italia y, por qué no decirlo, en países como el nuestro. Martina Camuffo, de 36 años, fue contratada por una empresa de diseño y desarrollo web, a sus nueve meses de embarazo.
Camuffo no podía creer que la empresa The Creative Way, con sede en Padua y Mestre, le ofrecía un trabajo con contrato fijo, cuando le faltaban solo 10 días para dar a luz y ser mamá por segunda vez.
“Me contactó uno de los dueños, Samuele Schiavon. Yo le dije de inmediato que estaba embarazada y que daría a luz en breve. Imaginé que la oportunidad se habría esfumado por esto. Después nos encontramos, intercambiamos alguna idea y al final me dijo que su intención era ofrecerme un contrato fijo. Yo casi no daba crédito”, declaró Martina a los medios de su país.
Schiavon estaba sorprendido por la sensación que había causado una decisión de este tipo. “Me recuerdo lo que hicieron con mi mujer: la echaron cuando estaba embarazada. Yo he elegido invertir sobre Martina, porque es muy talentosa y la maternidad no puede ser una condena. Es una cosa normal”, dijo.
Stefano Serena, otro de los socios, explicó que como empresa les interesaba la competencia y capacidad profesional de Martina, mucho más que su situación personal. “Sabemos cómo trabaja. Le deseamos lo mejor y la esperamos en cuanto le sea posible”.
Algunos días después de que su noticia ganó fama y relieve, Martina comenzó a recibir mensajes de muchas madres, quienes la felicitaron, expresaron su gratitud y también le compartieron algunas de las dificultades que atraviesan.
“Me dan ganas de llorar cuando leo a las madres que me escriben. Me felicitan, pero yo no quiero felicitaciones. Son ellas quienes tienen valor. Muchas están desesperadas porque no tienen trabajo o las han despedido porque han quedado embarazadas, o no les han renovado el contrato”, declaró al periódico Il Fatto Quotidiano.
Políticos como Giorgia Meloni, líder del partido Fratelli d’Italia, agradeció el ejemplo de estos empresarios que no tuvieron miedo en ir contracorriente. “Todas las mamás italianas damos las gracias, porque han invertido sobre la capacidad de una mujer y de una madre, en un país donde la maternidad es considerada a menudo como un impedimento en lugar de un valor añadido. Gracias Samuele y Stefano, nos sentimos orgullosas de ustedes”, afirmó.
Esta noticia invita a la reflexión. Lo primero es que para superar las desigualdades en los ambientes de trabajo y lograr una verdadera inclusión económica de la mujer, no es necesario renegar lo femenino, sus características y condiciones. Dicho con otras palabras: si una mujer desea ser madre, que pueda hacerlo porque se le da la gana, sin miedo a que esta decisión la afecte laboralmente.
El verdadero feminismo no es aquel que busca uniformar al hombre y a la mujer, convirtiéndolo en una especie de “machismo con faldas”, incluso negando cualquier mínima diferencia entre la psicología de ambos sexos (¡qué mundo más miserable y aburrido si fuéramos idénticos en este sentido!). Paradójicamente, ese feminismo mal entendido desnaturaliza lo humano y promueve sutilmente el machismo, al tener al hombre como referencia. El problema está cuando las diferencias se convierten en excusa para discriminar, para ver de menos a las mujeres o proporcionarles menores prestaciones laborales.
Tampoco creo en que la solución sea la “discriminación positiva”, ni la asignación de “cuotas” por el simple hecho de pertenecer a determinado sexo o grupo étnico. Ojalá la medida para contratar y brindar una oportunidad fuera el talento. Seguramente habría más mujeres en puestos de alta responsabilidad. Ellas tienen una gran capacidad y son dignas de admirar. Basta que pensemos en nuestras madres: cuánto han hecho y cuánto se han sacrificado para sacarnos adelante.
*Periodista.
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