Chayo I, monarca de Nicaragua

Ahora Chayo es todopoderosa. Solo es un formalismo que su esposo sea el monarca absoluto de Nicaragua, ya que ella es el verdadero poder detrás del trono.

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19 February 2017

Rosario Murillo Zambrana, Chayo, como le llaman cariñosamente sus súbditos, nunca se imaginó que algún día sería la monarca de Nicaragua. Nunca lo imaginó, primero, por que en Nicaragua no existe monarquía, o mejor dicho, no existía, hasta que se le ocurrió a su esposo Daniel esa simpática idea de optar por la reelección presidencial. Segundo, porque toda su juventud la pasó luchando contra la dinastía dictatorial de la familia Somoza.

Lejanos quedaron los días de aquel distante 1969, cuando Chayo –llena de sueños e ideales por una Nicaragua “libre y democrática”– se integró al movimiento guerrillero Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN). Su pasión guerrillera, la hizo dejar sus monótonas y poco revolucionarias clases de idiomas en el Colegio Teresiano en el que las impartía, para involucrarse en actividades más trascendentales para la causa sandinista, por lo que optó por crear la “brigada intelectual” denominada “Gradas”, la cual organizaba conciertos y recitales en parroquias católicas, en las que junto a curas revolucionarios embriagados bajo los efectos de la Teología de la Liberación, cantaban lemas e inculcaban, en niños y jóvenes, ideales subversivos.

Chayo, autodenominada una “guerrillera de las letras”, escribía ardiente poesías denunciando la dictadura somocista, ya que tenía el profundo convencimiento que no era constitucional ni democrático, que una persona o familia conservara el poder por más de un período presidencial, ni mucho menos, por el resto de sus vidas. Pero ¡ay Dios mío, las vueltas que da la vida! Chayo nunca se imaginó que ella, alguna vez, iba a estar en la misma situación que los Somoza.

Con dos matrimonios disueltos y con dos hijos a cuestas, Chayo se fue al exilio luego de ser arrestada en Estelí en 1977, por desordenes públicos. Vivió en Panamá, Venezuela y Costa Rica, teniendo estatus de refugiada; paradójicamente el mismo estatus que su propia hija tiene ahora, como perseguida política del régimen sandinista. En el exilio venezolano conoció a Daniel Ortega, quien posteriormente se convirtió en su esposo. 

De 1980 en adelante, la vida de Chayo se llenó de una frenética actividad a efecto de consolidar poco a poco el poder: Pasó de escribir poemas revolucionarios a ser miembro del Consejo Editorial del periódico “Barricada”; de ahí saltó a ser Secretaria General de la Unión de Escritores; luego, Diputada de la Asamblea Nacional, Ministra de Cultura y finalmente, Jefa de Prensa y Comunicaciones de la campaña que volvió a llevar al poder ¿indefinidamente? a su esposo Daniel.

En los ochenta, ya como esposa del Presidente de la República, se quitó el traje de “primera dama”, se vistió con licra, se peinó estilo “punk” y, de paso, aprovechó para hacer una discoteca en su casa, que llamó “la tortuga morada”. Ahí recibía a una mezcolanza de invitados, que tan pronto incluía refugiados e intelectuales de izquierda, como a músicos, poetas, escritores y bailarines; con quienes mantenía alegres e interminables juergas.

Duro golpe para Chayo fue que su propia hija, Zoilamérica Narváez, denunciara por violación a su padrastro, Daniel Ortega. Contra todo pronóstico, Chayo se puso del lado de Daniel, maniobra que le garantizó un futuro apoyo incondicional en el terreno político por parte de éste. Poco importó el sufrimiento de su hija y la necesidad de ésta de tenerse que ir al exilio para garantizar su seguridad. Para personas que tienen como objetivo el poder absoluto, seguramente hay cosas, ideales… o personas, que deben de sacrificarse en el camino.

Ahora Chayo es todopoderosa. Solo es un formalismo que su esposo sea el monarca absoluto de Nicaragua, ya que ella es el verdadero poder detrás del trono, con mano libre no solo para gobernar, sino para implementar sus místicas visiones sobre Nicaragua, las cuales van desde plantar árboles metálicos de colores en los redondeles de Managua, para generar “buenas vibras” en la ciudad; hasta llevar a cabo una “limpia” con un chamán en un Ministerio, pues éste presentaba algunos problemas administrativos. 

En Nicaragua, no hay nada que se le escape a la mano de hierro de Rosario Murillo, mano que por cierto, mantiene profusamente enjoyada, luciendo un anillo en cada dedo, al mejor estilo de los Sátrapas del Medio Oriente del Siglo XVIII. La historia de Chayo I, Monarca de Nicaragua, es la historia de una vida consagrada a la obtención del poder, y no de cualquier poder, sino del poder absoluto sobre una nación. Muestra viviente que los socialistas rechazan cualquier dictadura, a menos, claro, que la dictadura sea la de ellos. 

Esta es la triste historia de un país, que por pasar de una dictadura a otra, ve a la democracia nada más como un sueño imposible. Además, esta historia constituye una gran lección para los salvadoreños, sobre como, por pasividad de los ciudadanos y miopía de la oposición, se pierde la libertad de una nación. 

*Abogado, máster en leyes.
@MaxMojica