A los malacates se les acabó la fiesta

El Salvador, you have a problem, dirían desde la NASA al ver tanto descaro sin frentes sudadas. Ferraris por aquí, mansiones por allá, viajes en jet privado y terrenos por aquí, cirugías cosméticas y cientos de millones por allá. 

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20 February 2017

Cuando chocaron las placas debajo de Cuscatlán, el 10 de octubre de 1986, el terremoto me cogió desempeñando mi primer trabajo formal en Caracas, Venezuela, en aquel entonces, la economía más prospera de Sur América.

Semanalmente me escribía Papajulio, mi abuelo materno (quien de Dios goza desde 1987), y al responder mi pregunta sobre el impacto del siniestro, expresó: “Severo, pero no tanto como el daño que le ha hecho al país la democracia cristiana”. Un claro opositor a la nacionalización de las exportaciones y la banca.

30 años más tarde, vuelven a chocar las placas –no teutónicas, sino que de la vergüenza, al destaparse una lata de malacates que, el Fiscalón dice, se lucraron con el dinero del pueblo. Malacates, de cuello blanco, convertidos en sultanes en un país con taaantass necesidades. Unos en Mariona, otros bien “culío”, otros escondidos dicen que en Suiza, otros protegidos por el escudo del fuero, otro en la tierra de lagos, volcanes y asilo político.

Semanalmente platico por Skype con Diego mi primogénito quien, desde 2009, se encuentra aprendiendo montones en el extranjero. Al preguntarme sobre el impacto de tanta corrupción, respondí: “Severo, tan severo como la calamidad de un terremoto”. Un claro opositor de la mano peluda que se lucra de pisto ajeno, ya que el único pisto que vale la pena es el que produce el sudor de la frente.

El Salvador, you have a problem, dirían desde la NASA al ver tanto descaro sin frentes sudadas. Ferraris por aquí, mansiones por allá, viajes en jet privado y terrenos por aquí, cirugías cosméticas y cientos de millones por allá. 

En nombre de la mayoría de salvadoreños, los que como no la debemos no la tememos, una petición a Mr. Trump para que siga apoyando al fiscal con tremendas investigaciones, gracias a las cuales, a los malacates se les está acabando la fiesta. 

En nombre de la mayoría de publicistas de conciencia limpia, le garantizo amig@ lector que, al igual que en un ciento de naranjas, solo unas tres salen con gusano.

Para los que aún no entienden el tamal recién destapado, estas tres naranjas presuntamente lavaron $22 millones, de su pisto y el mío, en varias radios antes de engordar la cuenta del expresidente. Lástima que no se trate de una serie de Netflix.

Se trata de la actualidad de El Salvador en la que, el mismo individuo fue capturado en la boda de su hijo y, desde prisión, espera juicio. El mismo que dicen compró poder con varita verde, convirtiendo a varios diputados de tres colores, en un partido zanahoria. El que mostrando sus 10 dedos afirmaba con elocuencia “tengo las manos limpias”. Algo que doña justicia pronto determinará.

También le contaba a Diego, el final del caso del motociclista porteño planchado por una Todoterreno, procedente del Tunco, asignada al nieto del presidente profesor y el chanchullo del capitán del Estado Mayor que alteró la escena. Esto fue el día del trabajo del año pasado y, este año después de San Valentín, condenan con 60 meses de prisión al capitán. Cierto, más pulgas se pegan en chucho flaco. “Esto es como el caso del Ferrari” comentó Diego. “Otro caso de una noche de copas, una noche loca, y reacción inmediata del batallón presidencial”. Tú lo has dicho hijo.

“Hablando de Funes”, agregó el primogénito, “leí que en Brasil metieron al bote a Joao Santana, el amigo y publicista de la campaña de Mauricio, cuya agencia Polistepeque, salió beneficiada con contratos millonarios de publicidad. Así es. El que peca, tarde o temprano paga, refrán verbalizado con frecuencia por Papajulio. 

En todo el mundo, a los malacates de cuello blanco se les está acabando la fiesta y, afortunadamente, El Salvador no es la excepción ¿Quién será el siguiente?

* Columnista de El Diario de Hoy.
calinalfaro@gmail.com