Valoraciones de un fallo

En El Salvador también se han dado intentos, algunos muy recientes, de manipular casos para legalizar el aborto. Por eso es importante mantener elevada la discusión por encima de los simplismos.

descripción de la imagen

Por

21 February 2017

Entre las sentencias de inconstitucionalidad dadas a conocer la semana recién pasada, figura una que vale la pena comentar porque reafirma la superioridad de nuestra Carta Magna sobre cualquier legislación secundaria, sobre todo en lo relativo a los derechos que el Estado salvadoreño reconoce a cada persona, incluyendo la que aún no nace.

La demanda planteada a la Sala hacía ver que, al pretender que el nacimiento —es decir, cuando se verifica la separación física del bebé y su madre— constituía “un principio de existencia legal”, al menos dos artículos del Código Civil tácitamente negaban los derechos fundamentales que nuestra Constitución otorga a toda persona humana, haya sido alumbrada o no.

Estudiados los argumentos, la Sala elaboró su fallo a partir de una derivación lógica del primer artículo de la Constitución, puesto que allí se reconoce “la existencia jurídica de la persona” desde que es concebida, algo que el Código Civil, en las afirmaciones señaladas por el demandante, parecía admitir únicamente hasta que se diera el nacimiento. Aceptada esta incompatibilidad, la sentencia declara implícitamente derogados los artículos contradictorios, y concluye que “(…) el reconocimiento constitucional de la existencia jurídica del nasciturus actualiza o pone de manifiesto una valoración social sobre la importancia de la vida humana y su mayor protección posible, siempre en concordancia con los derechos fundamentales de las demás personas”.

Ahora bien, en el camino recorrido por la Sala para arribar a su fallo, los magistrados proveen una serie de valoraciones interesantes sobre la visión “personalista” de nuestra Carta Magna, la inexistencia de “derechos absolutos” y el “constitucionalismo liberal” que protege a los individuos del poder político. Al referirse al laicismo como principio que permite dirimir conflictos de naturaleza delicada, la Sala evoca así una sentencia anterior: “Si las instituciones han de tratar a todos los ciudadanos como iguales y resulta que estos ejercitan libremente diferentes credos o ideologías, entonces es un deber de las instituciones del Estado mostrarse neutrales frente a tales credos e ideologías”.

Por supuesto, siempre es conveniente evitar que las diversas creencias religiosas y las ideologías contaminen los procesos que conducen a la toma de las decisiones públicas. Por eso, en el caso particular del embrión humano, la palabra de la ciencia es fundamental para establecer cierto número de realidades sobre las cuales construir consensos. Sin esta perspectiva, objetiva en sí misma, sería imposible que las ideologías o las creencias no determinaran, bajo “mayorías circunstanciales”, qué es y cuándo comienza la vida humana.

Citando a Jerome Lejeune, padre de la genética moderna, el Dr. Fernando Conde recordaba la semana pasada, en estas mismas páginas de opinión, que “es simplemente una evidencia experimental” el hecho que la unión de los gametos femenino y masculino originan a un nuevo ser humano.

Allí tenemos, sin embargo, la sentencia judicial del famoso caso “Roe versus Wade”, que en 1973 legalizó el aborto en los Estados Unidos. Se trató de una arremetida propagandística del feminismo extremo montada sobre la manipulación de un caso de supuesta violación. Caídos en la trampa, los magistrados del Tribunal Supremo estadounidense se declararon incapaces de definir en qué momento empezaba la vida humana; y luego, en un deseo de “armonizar” los derechos en posible colisión —el de la madre y el del no nacido—, negaron la protección constitucional para el embrión en virtud de encontrarse dentro del vientre materno. Por increíble que suene, factores como la ubicación espacial de los bebés constituyeron “criterio” para permitir que se interrumpieran sus ciclos vitales.

Hoy, con todo lo que la embriología y la genética han esclarecido, el fallo “Roe versus Wade” queda como un monumento a la injusticia, evidenciado en su absoluta falta de asidero científico. Pero advirtamos que aquí en El Salvador también se han dado intentos, algunos muy recientes, de manipular casos para legalizar el aborto. Por eso es importante mantener elevada la discusión por encima de los simplismos.


*Escritor y columnista 
de El Diario de Hoy