El gobierno publicó ayer como un grandioso logro la venta de $600 millones en bonos con vencimiento en 2029 a una tasa de interés de 8.625 por ciento. Como razón adicional de orgullo el gobierno indicó que había recibido ofertas cinco veces más altas que la cantidad que se quería colocar (recibió ofertas que sumaban $3,359 millones entre todos los potenciales compradores cuando solo se estaban ofreciendo $600 millones). El tono de triunfo es totalmente inapropiado porque la tasa de interés es horriblemente alta, el equivalente para un gobierno de tomar prestado dinero de agiotistas. También es inapropiado presumir que les habían ofrecido mucho más dinero que el que querían porque eso lo único que indica es que el gobierno estaba ofreciendo tasas de interés demasiado altas, tan altas que atrajo tantas abejas al panal. Es bien fácil atraer miles de compradores si usted ofrece algo muy barato, y peor si lo vende a un precio que deja a muchos compradores con ganas de comprar. Usted beneficiaría a los que compraron a costa del estado salvadoreño ya que los compradores podrían darse la vuelta y vender los bonos a mayores precios de los que le pagaron a usted, para una ganancia instantánea. El gobierno debería de aclarar si hubo ventas inmediatamente después de que el gobierno vendió, y a qué precios.
En todo caso, la tasa de interés es altísima. En este momento el rendimiento de los bonos a 10 años del Tesoro de Estados Unidos es de 2.41 por ciento, lo cual indica que El Salvador pagará aproximadamente 6.2 por ciento más que la que paga Estados Unidos y 4.8 por ciento más que lo que pagaría México. Compararnos con México no es fuera de orden porque por varios años tuvimos grado de inversión, una calificación de riesgo mucho mejor que ese país (mientras mejor es la calificación de riesgo menor es la tasa de interés).
Ahora calcule usted cuánto pagaremos en estos bonos y cuánto hubiéramos pagado si todavía tuviéramos la calificación que teníamos en los años noventas.
Estos bonos nos van a costar en intereses, por año, $600,000,000 X 8.625 por ciento = $51,750,000. Multiplique esto por 12 años y le dará $621,000,000. Es decir que por $600 millones de deuda, pagaremos en capital e intereses $1,221,000,000 (si, mil doscientos veintiún millones de dólares). Si fuéramos todavía comparables con México, pagaríamos en intereses solo $22,800,000. En los 12 años pagaríamos $263,600,00 en intereses, que al sumarlos a los $600,000,000 de deuda, llegamos a $873,600,000 de pago total. Esto es $347,400,000 menos que lo que tendremos que pagar ahora.
Piense ahora en lo que se podría hacer con esa diferencia, y piense lo que se podría hacer con la cantidad total que el gobierno tendrá que pagar por esos bonos, mil doscientos veintiún millones, y recuerde que el gobierno no hace nada visible con las enormes cantidades de dinero que gasta.
Estas cifras deberían de hacer pensar a los salvadoreños, que, con gran liviandad piensan que tener grado de inversión (una calificación muy buena que solo Chile y El Salvador tenían en los finales de los años noventas) no es importante. El manejo eficiente de las finanzas públicas es clave porque ahorra enormes cantidades de dinero en comparación con los intereses que tiene que pagar un estado manirroto y mal manejado. Allí, en esos $347,400,000 que tendremos que pagar de más van 347 escuelas de un millón de dólares cada una, o 347 unidades de salud del mismo precio, o casi 700 becas de $100,000 cada una para estudiar posgrados en universidades de primera en Estados Unidos o en Europa. ¿Cuántas universidades se podrían equipar con $347 millones?
En este momento los altísimos intereses que estaremos pagando solo afectan este préstamo. Pero marcan el camino que el país seguirá si el gobierno no ajusta su manejo fiscal y hasta la manera en la que habla. Si este ajuste no se da, cada vez que se tome un préstamo se pagará una tasa así de alta o mayor, con lo que poco a poco la tasa promedio que se paga sobre la deuda va a ir aumentando hasta asfixiar al país.
Ese será el gran logro de los gobiernos del FMLN.
*Máster en Economía,
Northwestern University.
Columnista de El Diario de Hoy.