"La Contra TV ha rescatado una conferencia extraordinariamente importante: data de 1983, y en ella el exespía soviético Yuri Bezmenov (1939-1993), periodista de la agencia Novosti en Estados Unidos, detalla los métodos empleados por la KGB durante la Guerra Fría para destruir el nervio de la sociedad norteamericana. Son tácticas de guerra cultural que sorprenden por su vigencia... y porque parece que Occidente las ha asumido como propias para autodestruirse".
Con este párrafo, el diario digital católico Religión en Libertad del 18/02/2017 presenta el video "Cómo se mina la moral de un pueblo" (http://www.religionenlibertad.com/video/como-se-mina-la-moral-de-un-pueblo-34763.html), cuyos 63 minutos de duración no tienen desperdicio.
Bezmenov pareciera estar hablando directamente para nosotros, los salvadoreños, solamente con una pequeña sustitución: cuando él habla de la KGB y la Unión Soviética, mentalmente debemos “traducir” FMLN. Porque las experiencias, estrategias y situaciones allí expuestas, las estamos viviendo en nuestro país.
Explica que el 85 % de los recursos de la KGB (dinero, tiempo, fuerza humana) lo dedicaban a la subversión, es decir, a la destrucción de: creencias religiosas, institución familiar, sistemas educativos, políticos y económicos, autoridades, paz social, etc. Eso, utilizando a los naturales del país, ideologizando la educación y los medios de comunicación, tomando para sí banderas de aparente lucha por grupos marginados, como los homosexuales, las mujeres, los niños; despreciando la excelencia y exaltando lo mediocre, arropándose en los derechos humanos y, tristemente, colocando en instituciones de prestigio e influencia a sus quintacolumnistas, que luego propiciarían la neutralización e, incluso, la destrucción de esas instituciones.
Así sucumbieron universidades prestigiosas, convirtiéndose en promotoras del marxismo, subvirtiendo las libertades desde adentro. Igualmente la industria del entretenimiento, las películas de Hollywood y programas de televisión. Ejemplo: mostrando “empresarios” depravados, crueles, injustos, abyectos, en contraposición con “trabajadores” santísimos, incitando con estas generalizaciones al odio de clases. O consagrando a personajes nada ejemplares, como “héroes” solo por ser homosexuales o pertenecer a una minoría.
Bezmenov atestigua cómo sacerdotes y predicadores pusieron al servicio del marxismo sus iglesias, dañando no solamente sus instituciones, sino la moral de la población. Y, la desmoralización es precisamente el objetivo de la subversión, atravesando diferentes etapas que culminan en el uso de las armas, provocando una guerra civil o una invasión externa para, después, con la economía e infraestructura destruidas, lograr la “normalización”, es decir, que la población, extenuada, acepte cualquier cosa a cambio de un poco de orden, pagándolo con la pérdida de la libertad.
Es aterrador el paralelo existente con nuestra situación. Bezmenov señala las diferentes etapas en que ese proceso puede ser detenido, porque revertirlo es mucho más difícil. Y, según su experiencia, hay un único camino para revertir una situación similar: volver a la religión, darle todo el apoyo público y privado para que la fe sea parte integral y prioritaria en la vida de la nación, recuperando el respeto y el sitial preponderante que antes tuvo dentro de cada familia. Por supuesto, se refiere a la religión verdadera, la que nuestra civilización judeocristiana nos inculcó por muchas generaciones. Eso implica echar por la borda el seudocristianismo que, especialmente en nuestro suelo, se ha venido imponiendo como una variante más de la lucha de clases.
Nuestra fe, nuestra familia, nuestra Patria, necesitan de nuestro decidido empuje para que esos principios, verdaderos y eternos, continúen vigentes. Todavía hay esperanzas. ¡Salvémonos!
*Columnista de El Diario de Hoy.