Estimados todos,
Hace un año, en este mismo espacio publiqué una serie de compromisos y resoluciones que iba a tratar de mantener para llevar una vida al menos un poco digna y alejada de escándalos a lo largo de 2016. En esta, traté de trazar una ruta de sensatez, racionalidad y buen uso de mis recursos, los cuales rara vez produzco por mi cuenta. Además, hice un intento por ser más confiable y dejar de defraudar a quienes dependen de mí.
A doce meses de esos compromisos, más por honestidad que por voluntad, deseo hacer un balance de aquello que prometí y lo que realmente hice. Si llegasen a juzgarme por el resultado del balance, no tendré más que comprenderlo.
Aquí algunas de mis promesas de 2016:
Ponerme a dieta: En su momento admití haber sido indisciplinado, creciendo bastante más de lo que debía, afectando a quienes me rodeaban por lento y poco colaborador, retrasando las labores de los demás.
¿Cumplí? No, para nada. De hecho, continué mi espiral de crecimiento y ustedes siguen cargando con los costos de mis hábitos y añorando los tiempos en que fui más esbelto y colaborador.
Gastar menos: A inicios de 2016 admití que no vivo consecuente a mi realidad, que pretendo parecerme a quienes admiro y termino hundido en profundas crisis de cuando en cuando. En su momento me comprometí con un mejor uso de mis recursos para no dañarme ni comprometer a quienes me rodean.
¿Cumplí? Lejos de hacerlo, es el área donde peor me fue. Ignoré por completo la austeridad, mantuve a mis amiguitos con prebendas exageradas y me resistí a aceptar que tenía un problema. El año lo terminé vergonzosamente rogando por maniobras financieras exageradas, casi suicidas. No sé por qué se me confía dinero si soy pésimo administrador. Me da vergüenza, pero en público defiendo todas mis acciones y a veces les culpo a ustedes por no darme más recursos.
Abandonar los malos hábitos: Quise comprometerme a dejar mi estilo de vida acelerado, despreocupado y de fiesta con finos licores y detalles extravagantes.
¿Cumplí? No. Gasté miles de dólares en lujos y festejos pese a que incluso mis jefes me lo prohibieron. Tengo hábitos peligrosos, amigos, y los hago responsables de mis excesos.
Decir la verdad: Para 2016, quise ser honesto y dejar de fabricar excusas, medias verdades y subterfugios. Además, les prometí dejar de asignar a otros la responsabilidad de mis actos ante la posibilidad de ser descubierto. También les dije que quiero ser más humilde y no colocarme siempre a la defensiva. Me urgía dejar de rivalizar con quienes pretenden auxiliarme y empezar a reconocer que mi conocimiento es limitado, pero el alcance de mis pésimas decisiones es incalculable en muchas ocasiones.
¿Cumplí? Definitivamente no, y me da pena porque muchos me extendieron su mano. Yo les acusé a lo largo del año. Los ridiculicé, los insulté, los dañé, todo por no aceptar mis inseguridades y mis errores. Por el contrario, cada vez que tuve algunos dólares después de algún festejo, los utilicé en pagar la voluntad de escribidores que me apoyaran incondicionalmente. No soy honesto, no soy confiable, cuánta vergüenza.
Amigos, además de no haber cumplido mis promesas para 2016, caí en una conducta incluso peor, que no había previsto. Verán, por alguna razón me he rodeado de malas compañías y aunque no puedo culparlas de mi comportamiento, puedo decir que influyen en alejarme de una senda más correcta. Algunos de mis cuestionables contactos se metieron en problemas y lejos de ponerme del lado de la verdad y la justicia, les defendí como pude y hasta cubrí sus actos.
Hoy, a inicios de 2017, puedo confesarles con más pena que gloria que lejos de haberme portado a la altura de mis promesas y aspiraciones, continué una racha de comportamiento errático. Yo sé que no estoy en posición de pedir su confianza, así que les pido que sigan diciéndome lo que opinan y conversándolo entre ustedes. Algún día, así sea por vergüenza, lo comprenderé y quizá llegue a rectificar.
Con dolor,
El Estado salvadoreño”.
-¿Cuántas cartas de resoluciones fallidas hacen falta para que nos demos cuenta de que, por sí solo, el comportamiento de nuestro Estado no cambiará?
*Columnista de El Diario de Hoy.
@docAvelar en Twitter