La esperanza económica que tenía la familia Pérez Vásquez, de salir un poco de la pobreza en que vive, se terminó el jueves a las 6:30 de la tarde. Pablo Antonio, de 23 años, fue asesinado junto a su hermano Cruz Antonio, ambos Pérez Vásquez, cuando regresaban de la cancha de fútbol en el cantón El Divisadero en Panchimalco.
Pablo Antonio soñaba con alcanzar su gran aspiración de graduarse el próximo año de licenciado en Ciencias de la Educación en la Universidad de El Salvador (UES), un sueño que tuvo desde pequeño y por el que se preparó a pesar de sus limitantes. Pablo quería ser maestro y catedrático.
Su amor por la educación era impresionante, dicen sus vecinos. Ya ejercía la profesión como parte de sus prácticas universitarias en una escuela ubicada en el barrio San Jacinto. En Panchimalco tenía muchas oportunidades para ejercer la profesión en varias escuelas del municipio; sin embargo, nunca se decidió porque los lugares son controlados por los pandilleros y tenía miedo de alguna agresión.
A pocos pasos de la cancha, cuando ya se dirigían hacia su casa, varios delincuentes los interceptaron en la oscuridad y les dispararon a quemarropa. Ambos murieron en el lugar y sus asesinos huyeron por las abundantes veredas del lugar.
La madre de los hermanos Pérez Vásquez era consolada por sus vecinas, horas antes de estar ante los cuerpos de sus hijos. Entre todas se abrazaban y lamentaban la tragedia. En el pequeño corredor de la casa se acomodaban los demás vecinos, amigos y compañeros de trabajo de Pablo Antonio.
Los amigos de la familia doliente no la dejaron sola, todos la apoyaron con víveres. Algunos llevaron frijoles y maíz; así como azúcar, gallinas y flores. Había tiempo para organizar la vela de los hermanos, ya que Medicina Legal realizó el levantamiento de los dos cadáveres a las 10:00 de la noche del jueves y fue hasta el viernes a las 4:00 de la tarde que una funeraria llevó los dos cuerpos a la modesta casa.
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Los vecinos de la familia ayudaban a ordenar la casa y algunas mujeres hacían tortillas y servían los últimos platos de comida cuando llegaron los dos cuerpos. Todo se paralizó e inició un llanto desgarrador entre todas las mujeres y niños. La abuela de las víctimas gritaba preguntando del porqué habían asesinado a sus dos nietos.
Los dos hermanos eran muy queridos en su cantón. Se criaron trabajando la tierra junto a su padre en terrenos situados en Panchimalquito; sin embargo, dejaron de viajar por el peligro de las pandillas.
En el cantón El Divisadero no es el primer hecho de violencia que llena de miedo a sus habitantes. Hace ocho días asesinaron a otro joven. Y otro se recupera en un hospital de las graves heridas que le dejaron varios sujetos en su casa.
Este es el segundo hecho de violencia que sufre la familia Pérez. Un primo de las víctimas fue asesinado hace varios meses en el mismo sector, pero nadie asegura si ese homicidio es la consecuencia del asesinato de Pablo y Cruz.
Panchilmalco es desde hace varios años uno de los municipios del sur de San Salvador con los más altos índices de homicidios y cientos de familias han debido abandonar sus casas, patrimonio en el que por años invirtieron para salvar sus vidas.