No está el país para claudicar ante las pandillas sino para cambiar estrategias, incorporar gente experimentada en combatir el crimen organizado y el terrorismo, para lo cual es esencial que el oficialismo y los políticos dejen de pensar en tener un pie al lado de la civilidad y otro en coqueteos y entendimientos con criminales de cara a las elecciones.
La lucha contra el crimen organizado, al igual que contra el terrorismo, se basa en la “inteligencia”, recopilar información sobre el enemigo, sus movimientos, sus guaridas, sus enlaces y cómo maneja el dinero producto de sus fechorías. Deben interceptar llamadas como otras formas de comunicación utilizadas, lo que son procedimientos lógicos pero complicados para ponerlos en práctica.
Por ahora parecen ser más efectivos los pandilleros en infiltrar a los cuerpos de seguridad que lo inverso, lo que les permite ir un paso más adelante en la confrontación.
Lo declarado por Seguridad de que tomará cinco años retomar el control del país es casi “una medallita” para los facinerosos. En contraposición, el presidente Trump declaró el viernes: “Juntos, vamos a restaurar la seguridad de nuestras calles y vamos a destruir al vil cartel criminal MS-13 y a muchas otras pandillas”.
El Salvador no puede esperar cinco años para acabar con la plaga de las maras, una de las consecuencias de la guerra de los 80, que ya es una lepra que va extendiéndose sobre la región y los Estados Unidos.
En esto es esencial que las fuerzas de seguridad se autodepuren, un proceso muy especializado que requiere a su vez la aplicación de sistemas que vayan limpiando las entidades. De la misma manera se deben despolitizar las instituciones de seguridad de la administración de justicia, que han ido cayendo en manos de personajes ciegos ante una realidad: están serruchando la rama del árbol donde están sentados.
Recuperar el control del territorio es una operación militar en el sentido de trazar objetivos e ir alcanzándolos uno a uno.
Un buen ejemplo es cómo los sublevados de Franco fueron recuperando el control de España después que los republicanos, comunistas y anarquistas se habían afianzado en grandes partes del territorio: fueron recuperándose ciudades y regiones donde estos últimos no estaban en pleno control, dejando al final las grandes urbes como Madrid y Barcelona.
Y quedaron por último para no provocar una carnicería sin sentido como la que, digamos, tuvo lugar en Berlín cuando los soviéticos entraron a sangre y fuego.
La indiferencia de tantos puede poner
al país en poder de la barbarie
El problema que se presenta aquí en este suelo son los ambiguos objetivos del partido oficial, que habla de garantizar la seguridad pública pero que lo que más le importa es establecer su socialismo del Siglo XXI. Como es evidente, no les interesa que esos lugares vuelvan a ser lo que originalmente fueron: zonas de convivencia, de tolerancia, de trabajo y en sus momentos, de alegría, como cuando hay festivales o festejos patronales.
La mayor amenaza sobre El Salvador es la indiferencia de tantos, que creen que no moviéndose ni participando como votantes sensatos y ciudadanos constructivos las cosas se arreglarán por sí solas.
Si la gente no abre los ojos “y no se mueve”, los destinos del país quedarán en manos de los zombies que manipulan los envenenados por el odio.