Fieles a sus mentiras

Al vivir metidos en un ambiente irreal, alejado de la gente común y corriente, y rodeados de consejeros y aduladores, también suelen pasar por alto que en estos hípercomunicados tiempos la mentira ya no es lo que era.

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06 January 2017

Escribe Ricardo Hausmann, profesor de la Kennedy School of Government de la Universidad de Harvard: “Todos los gobiernos mienten. Unos pocos creen sus propias mentiras. Pero las cosas se ponen peligrosas cuando actúan con el objeto de atenerse plenamente a ellas”. Una frase redonda que en esta época de la postverdad en que vivimos, cobra una importancia que va más allá de lo que simplemente significan las palabras.

Si un gobierno traza su hoja de ruta teniendo como manual el llamado socialismo del siglo XXI: gastos exorbitantes, control de precios, control cambiario, engrosamiento obsceno del aparato estatal, endeudamiento temerario, medidas de disolución de la clase media, etc. Más temprano que tarde termina en el caos económico y social. 

El problema se vuelve peor cuando; además de estar metidos en un monumental desorden (economía en caída libre, inseguridad ciudadana rampante, manipulación de las instituciones del Estado, etc.); los que lo han provocado ni siquiera se dan cuenta de lo que han hecho. Pues con una lógica peculiar, están convencidos de que en “su” realidad ni ellos ni sus acciones son responsables del caos.

Con todo, como no pueden negar el hambre, el desempleo y la inseguridad, el procedimiento de escape comienza por buscar culpables, y termina cuando los que gobiernan se creen sus propias mentiras. 

Como señala Hausmann, al creerse sus propias patrañas, empiezan a tomar decisiones basándose en imaginaciones, temores y amenazas inexistentes, con lo que todo termina yéndose al garete.

Por ejemplo: alegan que cuando la economía va en picada, la culpa no la tienen las decisiones gubernamentales equivocadas, ni el control de precios, ni los salarios mínimos fuera de la realidad… sino los ricos que no pagan impuestos, la derecha oligárquica que controla la oposición, los medios de comunicación que publican lo que el gobierno no quiere que se sepa, y callan lo que, aunque sea falso, debería ser dado a conocer. 

Si la tasa cambiaria entra en barrena, la culpa no es de la impresión desaforada de dinero, ni la depresión de la producción económica… Maduro ha sido capaz de echarle la culpa del desastre cambiario venezolano a ¡una página web que no hace más que publicar los tipos de cambio del bolívar con respecto al dólar! 

Según ellos, la escasez de productos en el mercado responde a una estrategia de la derecha que no produce bienes con el fin de desestabilizar al gobierno. La inflación no es causada por la abundancia excesiva de moneda impresa y la ausencia cada vez mayor de bienes en la oferta, no: la inflación es provocada por la avidez desmedida de los comerciantes que manipulan los precios, acaparan y deciden qué poner a disposición de la gente… 

Al vivir metidos en un ambiente irreal, alejado de la gente común y corriente, y rodeados de consejeros y aduladores, también suelen pasar por alto que en estos hípercomunicados tiempos la mentira ya no es lo que era. El presidente, un vocero, o quien sea puede afirmar maravillas, pero las estadísticas y los estantes vacíos están allí para demostrar que no vamos tan bien como parece. 

Si bien siempre se pueden imputar a otros las causas de los problemas, la gente ya está cansada de que una y otra vez los políticos de turno no se hagan responsables de sus decisiones y acciones; y quizá por eso cada vez tiene menos éxito la propaganda oficial. 

Mentir para salir del paso es una debilidad humana. Pero se transforma en algo mucho peor cuando el que miente se atiene fielmente a su palabra, ya sea porque su ideología se lo impone, o porque, simplemente, es víctima de sus propias falsedades. 

*Columnista de El Diario de Hoy.
@carlosmayorare