Se dirá lo que se quiera de él, pero debe reconocerse que Vargas Llosa es un trabajador serio de las letras. Sobrio, sin demasiados atrevimientos lingüísticos (aunque en sus columnas periodísticas leí por primera vez palabras como güisqui y sanguche), hace gala de un uso soberbio y preciso del lenguaje, una redacción fluida y, esta sí, atrevida.
Sus novelas consiguen crear personajes y desarrollar sus argumentos de manera convincente, verosímil, amena, incluso apasionada. Ese consistente trabajo de años le valió que le otorgaran el Premio Nobel de Literatura.
Todo bien hasta que llegó a sus “Cinco esquinas”, novela que no estuvo, literariamente, a su altura. Por eso creo que lo que realmente le interesaba allí era tratar de influir en las todavía por venir elecciones presidenciales que enfrentarían a doña Keiko Fujimori con Pedro Pablo Kuczynski, “el gringo”, quien fuera ministro de Energía y Minas durante el gobierno de Fernando Belaúnde. Recuerdo que doña Keiko reconoció su derrota cuando aún faltaba contabilizar los votos del “Perú profundo”, donde podría tener ventaja.
Ella es hija del expresidente Alberto “el chino” Fujimori, (uno de los primeros presidentes latinoamericanos en ser condenados a prisión) quien había vencido abultadamente en una segunda vuelta a Vargas Llosa en 1995 y con buena ventaja al ex Secretario General de la ONU Javier Pérez de Cuéllar (lo que demuestra que no es ningún sencillo). ¿Era esa espina que quería sacarse el Nobel la motivación de la novelita? Habrá que preguntarle a él.
Quiero resaltar el hecho del crucial papel que desempeña el organismo que supervisa y regula las elecciones en un país. ¿Se imagina usted a doña Keiko o, más recientemente, a doña Hillary aceptando sus apretadas derrotas si hubiera sido el Tribunal Supremo Electoral de nuestra pasada elección presidencial el que debía garantizar el voto popular? Cuando recuerdo el desorden que se armó y las apariciones televisivas y radiales de su presidente para las pasadas elecciones, se me eriza la piel solo de pensarlo. Nuestras próximas elecciones presidenciales pueden ser así de cerradas y tensas como las que menciono. Cuiden desde ya, funcionarios que tienen que ver con el presupuesto de este año, con todas las garantías que quieran ponerle, de proveer al TSE con el presupuesto necesario para que hagan –esta vez sí– un buen trabajo.
Una curiosidad a propósito de Vargas Llosa. En “Lituma en los Andes”, encontramos una acepción del vocablo “puta” que nosotros no usamos y que es común en Perú: la palabreja se usa como sustantivo, pero en masculino. Me resultó interesante porque ese uso nos es desconocido a los salvadoreños que hemos llevado dicho vocablo casi a sus límites denotativos como demostró aquella producción de audio de los años 80, en la voz privilegiada de Leonardo Heredia, que seguramente muchos recuerdan. Reproduzco la cita para que no haya dudas:
–Fíjate qué mal negocio has hecho, comadre. Cambiar a todo un jefazo de la trafa por un simple cachaco.
– El puta tenía razón, Tomasito –soltó la carcajada Lituma. La piurana hizo un pésimo negocio.
*Sicólogo y colaborador
de El Diario de Hoy