Esta vez sí lo voy a cumplir, lo digo en serio. No, no me refiero a esos típicos propósitos de Año nuevo en los que decimos “ahora comienzo” y que a la hora de la verdad todo sigue igual y nada cambia. Esta vez se trata de una cuestión más seria.
2017 será año preelectoral. La maquinaria propagandística arrancará motores y comenzaremos a ser inundados por la campaña de quienes buscan un puesto en una alcaldía o en la Asamblea Legislativa. Centrémonos en estos últimos.
Pese a la saturación que la “precampaña” puede causar, debemos ser optimistas: tenemos una nueva oportunidad como ciudadanía para estar vigilantes del trabajo legislativo. Las cosas no cambian para bien por arte de magia. Aunque no lo creamos, mucho está en nuestras manos.
Por segunda ocasión podremos configurar más o menos a nuestro gusto el parlamento, al votar por rostro a los diputados. Si somos exigentes en lo que queda del periodo actual y luego elegimos a los que merecen otra oportunidad, y dejamos fuera a los que han hecho mal su trabajo, enviaremos un mensaje claro a los partidos políticos sobre qué tipo de candidatos queremos y, con suerte, a mediano plazo, mejoraremos la calidad de quienes aspiran a cargos de elección popular.
De aquí nace el primer propósito: no caer en el fanatismo de las ideologías cuando vayamos considerando a quién dar nuestro voto. Es cierto que es más cómodo votar por bandera, elegir a los “viejos conocidos” o votar contra algún partido. Sin embargo, hay mucho en juego y no debemos cometer errores que tarde o temprano nos pasarán factura.
La coyuntura nacional nos urge, hoy más que nunca, a ser muy cuidadosos en los diputados que elegiremos. El próximo parlamento deberá votar por los nuevos magistrados de la Corte Suprema de Justicia (CSJ), un Órgano que, a través de la Sala de lo Constitucional, ha desempeñado un papel fundamental en poner límites a los abusos del poder. Por mencionar solo una de las muchas cosas que hemos visto en los últimos años, la CSJ devolvió a la Sección de Probidad la facultad de pedir informes de cuentas bancarias de funcionarios y exfuncionarios con indicios de crecimiento patrimonial injustificado.
Además, los diputados elegirán al nuevo Fiscal General de la República, una institución que el último año nos ha sorprendido con investigaciones en las que se encuentran expresidentes de la República, algunos exfuncionarios y hasta figuras de la farándula salvadoreña.
Segundo propósito: recordar lo importante para saber en quién podemos confiar el trabajo legislativo y en quién no. No olvidemos, pues, a aquellos parlamentarios que obstinadamente –y con discursos puramente ideológicos- se han dedicado a atacar y desacreditar a los magistrados de la CSJ y al Fiscal.
No olvidemos al diputado que prestó a su hermana una camioneta financiada con el dinero de los contribuyentes, ni a aquel que, férreo crítico de la tregua entre pandillas, se reunió con mareros cara a las últimas elecciones presidenciales.
No olvidemos a los diputados que han empleado la mayoría de su tiempo en ser secretarios generales de sus partidos y, en consecuencia, han descuidado el trabajo que los electores les confiaron. De no haber sido por la declaración de inconstitucionalidad sobre los diputados suplentes, aún ahora ostentarían un cargo público que no sería más que un adorno.
Tampoco olvidemos a la señora que en cuya presidencia gastó más de $51 mil de recursos públicos en desayunos, flores, ropa, papayas… entre otras cosas; ni a los diputados que aprobaron reformas a Ley del FOP, con la que dieron vía libre al Gobierno para pagar la deuda de pensiones con los ahorros de los cotizantes (aunque después hayan pedido derogarla).
Tercer y último propósito: promover una población mejor informada. Esto corresponde no solo a los medios, sino también a la ciudadanía.
Proponiendo algunas ideas, a través de las redes sociales podemos dar a conocer un balance del trabajo de cada uno de los diputados versus las promesas de campaña, las iniciativas por las que han votado, cómo han gastado nuestro dinero, ausencias, etc.
Se avecina un año interesante. No solo nos quejemos y desempeñemos el papel que nos corresponde. Purificar el Organismo Legislativo también está en nuestras manos.
*Periodista.
jaime.oriani@eldiariodehoy.com