Señales necesarias

Las personas pueden sobreponerse a situaciones ambientales negativas, incluso adaptarse a ellas y seguir luchando, siempre y cuando existan elementos de referencia que le orienten.

descripción de la imagen

Por

13 January 2017

En 1967 los psicólogos Martin Seligman y Steven Maier realizaron un interesante experimento. Fue un experimento complejo por lo que no haré una descripción exacta, sino una extrapolación sencilla de comprender. En un espacio cerrado pusieron a un perro durante varios días. El lugar tenía un piso metálico que estaba dividido en dos mitades separadas por una valla de poca altura. Las dos partes tenían la propiedad de producir descargas eléctricas. Había también una señal sonora que indicaba una próxima descarga. Inicialmente las descargas se producían de manera alterna, en una parte u otra, siempre antecedidas de la señal. El perro sintió las descargas y obviamente se estresó, movilizándose e intentando huir del sitio, pero eventualmente reconoció el patrón y, al escuchar la señal, simplemente saltaba al otro lado. Conociendo el patrón no sufrió mayor percance pues tenía control de la situación. De repente el experimentador cambió el patrón de descargas. A veces el sonido aparecía y no pasaba nada. A veces se escuchaba y se electrificaba una parte o ambas a la vez. En síntesis, no había elementos que indicaran al perro lo que vendría, no había reglas. La conducta del perro cambió. Al principio le produjo una marcada ansiedad, luego se volvió agresivo. Al poco tiempo dejó de comer y hasta de beber. Al final simplemente se echó en el piso y no mostró reacción incluso si sentía las descargas. Aún al restablecerse el patrón no hubo respuesta. A este estado final se le llamó “desesperanza aprendida”.

La desesperanza aprendida se produce, pues, cuando las señales externas cambian sin que sea posible la adaptación. Las personas pueden sobreponerse a situaciones ambientales negativas, incluso adaptarse a ellas y seguir luchando, siempre y cuando existan elementos de referencia que le orienten. Si no existen simplemente se rinde y se produce una parálisis mental. Aunque este experimento sirvió para demostrar las reacciones emocionales y fisiológicas que pueden aparecer en individuos ante situaciones extremas, puede aplicarse también a las sociedades, ya que estas también pueden desarrollar desesperanza.

El subdesarrollo, el retroceso económico y el enlentecimiento o parálisis de la actividad productiva pueden estar relacionadas con el fenómeno descrito. Alguien dijo una vez que el subdesarrollo es el resultado de un estado mental. Si los emprendedores, que son los que producen riqueza y prosperidad, se desmotivan ante la falta de señales claras, el conjunto de la sociedad se ve afectada. 

En un reciente artículo hablamos sobre Adam Smith, el pensador escocés que estableció las bases teórico-filosóficas de la economía de libre mercado. En uno de sus postulados, el que trata del liberalismo económico, nos indica que el ser humano tiene como parte de su naturaleza el afán de progresar, de obtener beneficio de sus potenciales y de los medios que tiene a su alrededor. Busca mejorar su condición, y al hacerlo, beneficia al resto. Este factor promueve el progreso de las sociedades. Para que esta propensión innata se desarrolle, se extienda y produzca beneficio colectivo debe haber libertad. 

Cuando uno se pregunta por qué ciertas naciones han sido económicamente prósperas el factor libertad da la respuesta. Si la libertad es restringida, se regula en exceso, arbitrariamente, y no se ven señales que indiquen el rumbo, el instinto de buscar el progreso, de emprender, se debilita. Éste se convierte en una actitud de desesperanza. El ser humano puede aprender con facilidad formas de superación, pero también puede aprender a perder la esperanza.


*Médico psiquiatra
y columnista de
El Diario de Hoy.