Durante los últimos días, la atención de los salvadoreños ha sido acaparada por la conmemoración del 25 aniversario de los Acuerdos de Paz.
La discusión sobre si es conveniente celebrar la paz en medio de la crisis de seguridad que vive el país, ha sido un tema frecuente en periódicos y hasta en las redes sociales, propiciado por esta fecha especial. El mal gusto del monumento dedicado a la reconciliación y la costosa celebración gubernamental han sido otras temáticas que han ocupado a la ciudadanía y a diferentes figuras públicas. Este aniversario, y las controversias que lo acompañaron, enterraron un acontecimiento grave suscitado la semana pasada: el descubrimiento de un micrófono espía en una de las salas de reuniones de la Fundación Salvadoreña para el Desarrollo Económico y Social (Fusades).
La trascendencia del 25 aniversario y el penoso tratamiento oficial de su conmemoración, no permitieron que el debate público se concentrara en discutir la invasión a la privacidad de Fusades y la impunidad con la que opera el oficialismo, a pesar de su relevancia para evaluar el uso que le han dado los miembros de la antigua guerrilla, ahora en el poder, a la oportunidad que les otorgó el país para pasar de ser guerrilleros a actores políticos. Presuntamente, el micrófono fue plantado por los servicios de inteligencia del gobierno. Es imposible que otro tanque de pensamiento, competencia directa de Fusades, tenga la capacidad de acceder, esconder y monitorear un dispositivo espía como el encontrado en la Fundación. El gobierno, sin embargo, sí la tiene y, además, se ha caracterizado por instrumentalizar los servicios de inteligencia y seguridad con fines políticos y partidarios.
Un ejemplo claro es el caso que actualmente se ventila en los tribunales, en el que se acusa a agentes de inteligencia ligados al oficialismo de fabricar informes con la intención de afectar a opositores políticos, inventándose vínculos con reconocidos delincuentes. Los cuerpos de inteligencia se han convertido en herramienta para espiar en todo aquel que represente una amenaza para que el FMLN continúe en el poder, desnaturalizando así la función estratégica y operativa con la que fueron concebidos.
Esta no ha sido la única señal que ha dado el partido oficial sobre su intención de mantenerse en el poder a toda costa. Los voceros oficiales no han escondido, por ejemplo, que el FMLN pretende controlar todos los poderes estatales. Tampoco han disfrazado su frustración cuando la Sala de lo Constitucional ha detenido sus planes totalitaristas y, además, han dejado clara su intención por reemplazar a los responsables. Ha quedado también en evidencia cómo el oficialismo ha ubicado a personas leales en puestos clave precisamente para este fin.
El micrófono espía encontrado en Fusades es un atisbo de los extremos que el gobierno está dispuesto a sobrepasar para neutralizar a críticos y, de esa forma, callar voces disonantes que tengan el potencial de afectar sus planes de mantenerse en el poder eternamente.
Significa, entonces, que ¿esto es para lo que se firmaron los Acuerdos de Paz? ¿El país incorporó a grupos guerrilleros a la vida política para que alcanzaran el poder e instauraran un gobierno de corte totalitario para mantenerse en el poder por siempre? ¿Esto es lo que los antiguos comandantes guerrilleros pretendían lograr con la oportunidad de pasar impunemente a ser políticos? Si es así, los Acuerdos de Paz fueron el engaño más grande que estos personajes le han hecho a los salvadoreños y debe de servir como una lección para países como Colombia, en donde se negocia la paz con grupos guerrilleros.
*Criminólogo
@cponce_sv