En poco más de cuarenta y ocho horas Donald J. Trump será juramentado como Cuadragésimo Quinto Presidente de los Estados Unidos. Atrás quedó la atípica campaña política que lo convirtió en presidente electo, más no así la polémica, el mal sabor de la derrota para los demócratas. Para el caso, unos 50 legisladores pertenecientes al Partido Demócrata han manifestado que no asistirán este viernes a la ceremonia inaugural del nuevo inquilino de la Casa Blanca.
El shock de que resultara electo Trump persiste en algunos sectores, habiendo inclusive quienes llegaron a cuestionar al “Colegio electoral”, ya que en el voto popular la candidata demócrata obtuvo más sufragios. Producto de un debate que viene desde la discusión y redacción de la Constitución de los Estados Unidos y continúa vigente hasta nuestros días --los derechos de los estados y el Federalismo-- es que se tiene la figura del Colegio electoral, precisamente, para dar representatividad a los estados.
Mi opinión es que Estados Unidos no está en declive. Creo que Trump ganó la elección con su lema “Hacer de nuevo grande a los Estados Unidos --Make America Great Again--” porque conectó con el estadounidense común, no así su contendiente que muy poco nuevo pudo haber ofrecido luego de treinta años en Washington D.C. Que tiene rasgos autoritarios el presidente electo, los tiene, pero me sorprende escuchar gente muy inteligente --no de la que se mantiene en estado de negación (denial) por el resultado electoral-- sostener una versión apocalíptica de lo que sucederá con la llegada de Trump a residir sobre la Avenida Pennsilvania.
Fui uno de quienes pensó, en el marco de la campaña electoral, que para las primarias del supermartes, Trump estaría ya abajo en las encuestas. Luego de las convenciones partidarias, pensé la primera semana de agosto que había perdido la elección al continuar envuelto en polémicas y no estarle hablando al “gran público”. Volví a pensar que perdería cuando se enredó durante y tras el primer debate en confrontación con la ex Miss Universo, Alicia Machado. No fue hasta que se disciplinó en sus mensajes, la tercera semana de octubre, que lanzó de manera consistente propuesta/ataque en sus discursos y visitó estados como si de una maratón se tratara, que entendí que podía llegar a ganar la elección. Y lo hizo.
Siendo Estados Unidos un país de leyes, donde rige el Estado de Derecho, creo en los pesos y contrapesos de la democracia (“check and balances”) y no por tener los republicanos mayoría en ambas cámaras del Congreso, más la Casa Blanca dentro de dos días, habrá cheque en blanco para nadie. Pienso que “Obamacare” va a ser modificada, manteniendo lo esencial --la preexistencia en las enfermedades y la cobertura a los hijos hasta alrededor de los veinticinco años--; que crecerá la economía estadounidense y habrá cientos de miles de nuevos puestos de trabajo, así como una política exterior mucho más definida de la que hubo durante Obama.
Para formar su gobierno, fuera de algunas excepciones, Trump ha venido buscando conservadores muy claros sobre el rol de los Estados Unidos en el mundo. Creo que donde más habrá cambio será en política exterior; falta que ver quién será el arquitecto de la política latinoamericana, donde todo apunta que las prioridades serán México, Venezuela, Cuba y el Triángulo Norte de Centroamérica. En nuestro caso, no porque seamos tan importantes en el tablero internacional, pero por la tragedia de nuestros preadolescentes y adolescentes emigrando hacia los Estados Unidos, por el generalizado caos que en nuestros países se vive. Vamos a ver qué anuncia Trump en poco más de cuarenta y ocho horas.
*Director Editorial
de El Diario de Hoy.