¿Es este el país que queremos?

Hoy en día, todo el que tiene una opinión distinta, opuesta o no favorable, es sistemáticamente calificado como hostil.

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25 January 2017

Recientemente conversaba con alguien que me expresaba su deseo de migrar. Esta persona es simplemente uno de los miles de salvadoreños que albergan el mismo sentimiento, hermanos que se sienten impotentes ante un país que parece no querer cambiar. La realidad es que los países no cambian, mientras las actitudes de los ciudadanos que los habitan sigan siendo las mismas. En otras palabras, las naciones son meros reflejos de sus habitantes.

Si queremos un nuevo El Salvador, cada uno en la medida de nuestras posibilidades, necesitamos adueñarnos de esa tarea titánica que tenemos frente a nosotros. O todos empezamos a empujar en la misma dirección, o nos quedamos fuera de la rueda del progreso, así de simple.

Desde mi perspectiva, un buen primer paso sería parar el discurso acusador, ya no podemos seguir señalándonos mutuamente de la debacle que tenemos por país, comprendamos que esa forma de interactuar es la que nos ha llevado hasta donde estamos. Hoy por hoy somos un país sin rumbo y dividido a la mitad. De ahí la necesidad de sentarnos a la mesa a definir el tipo de país que queremos, para poder hacer los ajustes necesarios, con los que todos estemos de acuerdo.

Importante también es que los gobernantes de turno comprendan que llegara el día que serán oposición, por lo que la única apuesta lógica es fortalecer la institucionalidad, para evitar que el que ostente el cargo, tenga poderes mas allá de los que confiere la república. La aspiración mayor de todo ciudadano debe ser vivir en un país donde no se necesite ejercer un cargo publico u ostentar el poder económico, para ser reconocido y respetado como individuo.

Es igualmente necesario que aprendamos a escuchar sin automáticamente sentirnos atacados. Hoy en día, todo el que tiene una opinión distinta, opuesta o no favorable, es sistemáticamente calificado como hostil. O estas conmigo o estás contra mí, parece ser la regla y no la excepción en la forma de tomar la crítica, aun cuando esta pueda estar bien fundamentada. Necesitamos comprender que dicha forma de reaccionar ante las sugerencias o cuestionamientos mata la iniciativa, polariza y destruye la individualidad que tanto trabajo cuesta desarrollar en la persona. Aspiremos a tener ciudadanos, no súbditos.

Pero más importante aun es que tengamos a Dios como guía de nuestro actuar individual, para que poco a poco nos perfeccione, así algún día podremos ser esos ciudadanos ejemplares, que desde nuestra posición, cualquiera esta sea, sirvamos de ejemplo para futuras generaciones, en la construcción de un El Salvador del cual todos nos podamos sentir orgullosos.
 


*Colaborador de El Diario de Hoy.
@jpelsalvador