Los ciudadanos nicaragüenses mayores de 16 años están llamados a acudir a las urnas este domingo 5 de noviembre en una jornada donde la duda principal no es quién ganará la mayor parte de las 153 alcaldías en juego, sino cuál será el nivel de abstención.
“A la mayoría de los ciudadanos nos queda claro que el resultado de esas votaciones está acordado en pactos de cúpulas contra la voluntad del pueblo y, por lo tanto, es una burla más al deseo de la gente de usar su derecho al voto como el instrumento cívico más importante de una democracia”, aseguró Ana Margarita Vijil, miembro del equipo coordinador del Frente Amplio por la Democracia (FAD).
Los del FAD -organización integrada por varios partidos políticos y organizaciones sociales que decidió no participar de estos comicios- no son los únicos que piensan así.
De hecho, los obispos de la Conferencia Episcopal se pronunciaron para constatar que nada ha cambiado desde que en septiembre de 2012 emitieran un comunicado señalando las debilidades del sistema, mismas que repitieron en una carta que entregaron a Daniel Ortega en mayo 2014.
En esos documentos los religiosos señalaban la necesidad de “replantear el funcionamiento integral del sistema político”. Además consideraban que “el poder se sigue concibiendo como patrimonio personal” y que eso lleva a “polarización, arrogancia, ambición, irrespeto de la ley, corrupción, intolerancia, y luchas inútiles en la sociedad”.
Monseñor Silvio Báez, obispo auxiliar de Managua, explica que el mensaje que él y sus pares quieren resaltar en su mensaje es que “el problema en Nicaragua no es primeramente electoral, sino institucional”, y que se origina en “la falta de conciencia ciudadana”.
Ante el silencio del mandatario, los obispos le llevaron una carta casi dos años después en la que alertaban contra la concentración de poder, la corrupción gubernamental, la confusión estado-partido, la sumisión de los poderes del Estado a la voluntad de Daniel Ortega, el irrespeto a las leyes, el tráfico de influencias, y el control casi absoluto sobre las alcaldías del país.
Todo sigue igual o peor
Aunque Ortega no respondió nada de palabra sus acciones hablaron por él: en todo este tiempo no solo se reeligió en la presidencia de la República y sus hijos y socios siguen siendo sus asesores o manejando los negocios hechos al amparo del poder, sino que hizo elegir vicepresidenta a su esposa Rosario Murillo.
La clave para entender la permanencia de Ortega en el poder no es la decisión soberana de los ciudadanos, sino Roberto Rivas, el perenne presidente del Consejo Supremo Electoral (CSE), al que se señala como “cómplice necesario” del mandatario.
Sin mencionarlo por su nombre, los informes de las misiones de la Organización de Estados Americanos (OEA) y de la Unión Europea (UE), llegadas al país para observar comicios anteriores, siempre resaltaron “el vicio” de que el proceso electoral fuera dirigido por los miembros de un solo partido: el gobernante Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN).
Roberto Courtney, director ejecutivo de Ética y Transparencia, organización miembro del consorcio Panorama Electoral, mencionó cómo los hombres fieles al FSLN ocupan todos los cargos importantes de la cúpula electoral y la mayoría de los cargos en el resto de estructuras, desde el Centro Departamental hasta las Juntas Receptoras de Votos.
Si en elecciones anteriores la estrategia era confundir a los ciudadanos cambiándoles el sitio de votación o simplemente eliminándolos del padrón electoral (a la vez que se mantenía “activos” a los muertos que milagrosamente aparecían votando), esos trucos se han dejado atrás al constatar una realidad enervante: el Frente no tiene quién le haga contrapeso político.
Si bien una amplia mayoría -cuya cantidad se conocerá con certeza a medida que avance la jornada electoral- entiende que no hay razones para votar, cinco partidos, más el FSLN, decidieron ir a estas elecciones.
A eso se suma que la campaña que hicieron los partidos no motivó a los nicaragüenses.