Adviento: tiempo de alegre espera

En la sana alegría está Dios, pero, también nos preguntamos ¿Quién piensa en la preparación espiritual? ¿Celebraremos una Navidad solo con fiestas externas o daremos a Dios el puesto que se merece?

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03 December 2016

El mundo se prepara para celebrar la “Navidad”. Es una fiesta universal que conmueve el corazón de cristianos y no cristianos, de creyentes y no creyentes. Cada cual la celebra a su manera. Para un creyente la Navidad es algo divino y humano. La eternidad de Dios se hace historia y empieza a habitar entre nosotros. Dios se hace cercano al hombre.

El pueblo de Dios inicia su preparación con el Adviento, que marca el inicio del Año Eclesiástico. En nuestros tiempos, a partir del mes de octubre, el comercio se encarga de la preparación externa de la Navidad con abundancia de ofertas. Tanto en los países de tradición cristiana como en otros países, las redes sociales recogen las tradiciones y costumbres que avivan el espíritu navideño y centran la atención en el misterio que se celebra. Adornos, conciertos de música clásica, decoraciones espectaculares, cenas, intercambio de regalos, gestos de amor y caridad, tarjetas, árboles navideños, villancicos, diversidad de nacimientos, posadas, comidas típicas. Todos comentan, celebran, se vuelven más sensibles, y hay quienes, hasta se exceden en la celebración.

Toda preparación externa es buena, es saludable. En la sana alegría está Dios, pero, también nos preguntamos ¿Quién piensa en la preparación espiritual? ¿Celebraremos una Navidad solo con fiestas externas o daremos a Dios el puesto que se merece? Adviento es el tiempo propicio para eso. Somos cristianos, somos creyentes y la Navidad debe llenar nuestro espíritu de armonía y paz espiritual. El Adviento es un tiempo de alegre espera que nos invita a fijarnos en lo positivo y dejar a un lado lo negativo. Tiene una triple finalidad: 1. “Recordar el pasado”. Jesús ya vino y nació en Belén hace mucho tiempo. Vino como uno de nosotros, hombre entre los hombres. 2. “Vivir el presente”.
Vivimos la presencia diaria de Jesucristo en nosotros y, por nosotros, en el mundo. 3. “Preparar el futuro”. Nos preparamos para la segunda venida de Jesucristo en la majestad de su gloria. Esperamos su venida gloriosa que nos traerá la salvación y la vida eterna sin sufrimientos. 

Si queremos vivir la Navidad en sentido cristiano, hay que prepararla día a día. Un Adviento bien vivido nos conduce a celebrar la Navidad en familia, en paz, en fraternidad y sana alegría. Una Navidad sin haber hecho un camino de preparación espiritual deja vacíos en el alma. Se nos invita a ser sobrios sin dejarse dominar por lo material, a estar vigilantes porque no sabemos el día ni la hora en que Dios pedirá cuentas de nuestras acciones. Dice el Papa: “Todos hacen las cosas sin darse cuenta de que su vida está a punto de ponerse al revés. El llamado de Dios no es para asustarnos, simplemente abre nuestro horizonte a otra dimensión más grande, que por una parte relativiza las cosas de cada día pero al mismo tiempo las hace más preciosas, decisivas. 

Hay tres actitudes que preparan a la Navidad: “vigilantes en la oración, trabajadores en la caridad y exultantes en la bendición. Es decir, debo orar, con vigilancia; debo ser trabajador en la caridad –la caridad fraterna: no solo dar una limosna, no; también tolerar a la gente que me molesta, tolerar en casa a los niños cuando hacen demasiado ruido, o al marido o a la mujer cuando están en dificultad, o a la suegra. El tiempo de la alegre espera ha llegado”. Vivamos el Adviento. La Navidad se acerca. 

*Sacerdote salesiano