Mensajeros de la muerte

En el fondo no les gusta la democracia ni rendir cuentas sino que tienen vocación de tiranos e intolerantes y no soportan la menor disidencia.

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03 December 2016

El asesinato de Monseñor Romero en marzo de 1980 y el de los jesuitas en noviembre de 1989 tuvieron algo en común: hubo amenazas y advertencias previas de diversas maneras para que se callaran. Eso todo el mundo lo sabe y lo recogen las crónicas y los archivos judiciales de la época.

Los jueces Ramírez Amaya y Zamora sufrieron amenazas y hasta atentados y el exilio para que no siguieran investigando esos crímenes.
De la misma manera y varias décadas después, cuando se supone que estamos en “paz”, un periodista de La Prensa Gráfica sufre una serie de amenazas de muerte incluso por sus publicaciones de parte de un grupo oscuro que tiene una página en la web y al que se vincula a sectores del oficialismo.

No me extraña, viniendo de esa izquierda violenta, sectaria e intolerante que busca aplastar a sus adversarios y acabar hasta con sus almas, si pudieran, como lo hicieron con sus mismos camaradas Roque Dalton, Mélida Anaya y las miles de víctimas de la locura del “comandante Mayo Sibrián” de las FPL en San Vicente.

Cobardes, primero porque por un lado no dan la cara sino que ponen a mercenarios, y segundo, porque la emprenden contra un periodista cuya única arma es su pluma y sus ideas. Ahora lo hacen por medios tecnológicos, pero que nadie dude de que lo que más quisieran son los paredones.

Yo creo que ya basta de esta clase de violencia, que comienza con páginas difamatorias, obscenas y vomitivas como las que ha proliferado desde 2009 contra la oposición y los medios independientes y termina con pobres lavados del cerebro que se creen héroes porque abaten por sorpresa a un pelotón de policías.

Movidos por la necesidad o el odio, esos “valientes” no pueden disfrutar más que de sus siete minutos de gloria y terminan en las cloacas o aislados por las rejas, por la historia y por sus mismos compañeros después de utilizarlos. Si no, pregúntenle a Belloso. 

Es como los que pensaron que era un juego de niños clonar o desconectar medios en la web y ahora no duermen pensando qué futuro les espera por sus crímenes y dónde tendrán que desperdiciar su juventud.

Es como aquel que de manera enfermiza dirigió toda la maquinaria del Estado y toda su verborrea hasta ver escarnecido y aniquilado a su adversario, pero que ahora también enfrenta la justicia y debe de pasar largas noches en vela pensando qué futuro le espera.

Es como los que a diario mueven masas para protestar y bloquear a magistrados que son realmente independientes y que no sentencian a la carta.

Todo esto se debe a que los Acuerdos de Paz son letra muerta para sectores violentos que quieren seguir con la guerra pero haciéndose las víctimas al mismo tiempo, cuando realmente son peores que los regímenes autoritarios que tanto combatían. 

En el fondo no les gusta la democracia ni rendir cuentas sino que tienen vocación de tiranos e intolerantes y no soportan la menor disidencia, como en Venezuela, donde tienen presos a varios opositores solo porque le caen mal al dictador de turno.

¿Queremos tener un país libre, en el que podamos expresarnos y disentir si queremos, en el que nuestros hijos puedan jugar y educarse sin odios ni apologías a la violencia, en el que se nos respete como personas, en el que se cumpla la ley en todo momento y todos seamos iguales aunque no seamos del partido oficial; un país en el que mis impuestos no se ocupen para fines perversos ni para perseguirme moral y físicamente ni para enriquecer a quien llegó a componerse?

¿Qué clase de país queremos: uno como Estados Unidos o Francia que se enorgullecen de sus libertades y sus luchas por siglos por conservarlas, o uno como Corea del Norte donde el dictador llegó a echar a su tío para que lo devoraran los perros tras considerarlo traidor y siempre está amenazando con la guerra a su vecino?

Dejemos de ser indiferentes y hagamos que se cumpla con la ley y que funcionen las instituciones, sobre todo para impedir que estos nuevos “patrones de la miseria”, como dice una vieja canción de protesta, sigan queriendo dividirnos solo para reinar a sus anchas entre la corrupción, la impunidad y la intolerancia.

*Editor Subjefe de El Diario de Hoy