¿Engaño mortal o teoría conspirativa?

No pretendo con esta columna afirmar que unos u otros tienen la razón. Simplemente me llama la atención la poca difusión que tienen en el mundo las teorías de científicos respetables.

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09 December 2016

Las campañas publicitarias, a nivel planetario, de los organismos multilaterales, de los laboratorios que producen retrovirales y de los fabricantes de condones, han establecido como verdad indiscutible que el sida se transmite por el VIH y que se contagia por medio de relaciones sexuales.

Desde hace varios años, sin embargo, circula una teoría muy diferente. Los disidentes de la versión oficial, como se les llama, sostienen que el sida no es una enfermedad contagiosa. Algunos de ellos afirman que el VIH es un virus inocuo que no causa nada y la mayoría dice que ni siquiera existe. Aseguran que todo es una farsa inventada a principios de los ochenta por el doctor Robert Gallo de los Estados Unidos.

Dos cosas causan asombro en este asunto: Primero es que entre los tales “disidentes” hay varios algunos científicos ganadores del Nobel y centenares de prestigiosos médicos de diversas partes del mundo. Segundo, que la difusión sobre la “otra teoría” es casi nula y hasta, según afirman varios científicos, es reprimida. Muchos de los llamados disidentes han recibido amenazas o han sufrido destrucción de sus propiedades.

Entre los científicos que afirman estar convencidos que el sida no es una enfermedad, que se transmite sexualmente están: Eleni Papadopulos, física nuclear del Departamento de Física Médica del Hospital Royal Perth de Australia; Peter Duesberg, doctor y profesor en biología molecular, candidato al premio Nobel; Kary Mullis, premio Nobel de Química y hay muchos científicos más.

En 2008 al doctor Luc Montaigner --codescubridor junto al doctor Robert Gallo del VIH, a principios de los ochenta-- le otorgaron el premio Nobel de medicina. Este mismo científico ahora se ha vuelto un disidente. Él dijo en 1990 que “el VIH por si solo no puede matar ninguna célula” y que se necesita otro factor que actúe sobre la misma. Durante varios años el doctor Montaigner buscó microplasmas y microbios que pudiesen actuar como cofactores desencadenantes del sida junto al VIH, pero no encontró ninguno.

Hoy, después que le otorgaron el Nobel afirma que los otros factores pueden ser: el miedo, la angustia, problemas psicológicos, malos hábitos de alimentación, cosas así. Prácticamente solo Robert Gallo, quien en los noventa fue encontrado culpable de mala conducta científica por el Ministerio de Sanidad de los Estados Unidos, según la revista Science, se ha quedado defendiendo la tesis de que la causa del sida es el VIH.

Otro científico convencido que tras el sida hay un gran fraude de dimensiones colosales, era el doctor Robert Willner, quien frente a las cámaras de la televisión española se inyectó en su dedo sangre de un enfermo de sida y nunca se contagió. El doctor Willner escribió el libro “Engaño mortal”, en el que afirma que lo que realmente mata a la gente son precisamente los retrovirales que sirven como tratamiento a la enfermedad.

Los científicos llamados disidentes afirman que si bien el sida existe, no es contagioso, ni se transmite por medio de las relaciones sexuales. Para ellos, y muestran pruebas contundentes de su teoría, la enfermedad es causada por el envenenamiento del cuerpo por diferentes causas: alcoholismo, drogadicción, mala alimentación, desnutrición, estrés.


Ellos dicen que la enfermedad apareció primero en la comunidad homosexual porque muchos de sus miembros, sobre todo en los países desarrollados, tienen un estilo de vida ligado a prácticas nocivas. Prácticas que también son comunes en los heterosexuales ahora también víctimas del sida.

En África, según los mismos científicos el sida es producido más bien por la pobreza y precisamente por el agresivo tratamiento que los laboratorios y las autoridades obligan a los supuestos enfermos a ingerir. Solo el gobierno de Sudáfrica les ha abierto las puertas, hasta ahora, a los llamados disidentes para discutir de manera oficial sus teorías y buscar un nuevo enfoque para tratar la enfermedad.

Un dato importante sobre esta polémica es que el cuestionado Dr. Gallo, descubridor del VIH, patentó los test para la prueba del sida, por lo que ha recibido millonarias regalías.

No pretendo con esta columna afirmar que unos u otros tienen la razón. Simplemente me llama la atención la poca difusión que tienen en el mundo las teorías de científicos respetables.
    
*Columnista de El Diario de Hoy.