Las escuelas y las tareas escolares

En lugar de abolirlas, lo que debe cuidar el director del centro educativo es el tipo de tareas que mandan.

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09 December 2016

¿Por qué sacaste cuatro en Estudios Sociales?

-El examen estaba bien difícil, papá. Todos mis compañeros aplazaron.

-A mí me interesan poco las notas de tus compañeros; si ellos quieren aplazar, que aplacen, mi hijo sos vos y es tu nota la que me interesa.

Todos estamos familiarizados con este diálogo; nos identificamos ora con un interlocutor, ora con el otro y hasta con ambos. El padre pregunta por las razones que le ayuden a entender el pobre resultado; el hijo explica su fracaso con base en lo que, en jerga psicológica, llamamos atribuciones.

Si el hijo hubiera dicho “no estudié” o “es que soy tonto”, serían atribuciones internas. La una temporal, la otra estable, con consecuencias distintas para su autoestima. Al responder, “el examen estaba difícil” es una atribución externa temporal. Cuando agrega, “todos mis compañeros aplazaron” protege aún más su autoestima. Si bien es cierto que “mal de muchos, consuelo de…”, aún eso es mejor que “todos pasaron y solo yo reprobé”. Ahí no cabe la menor duda o, dicho en los términos que estamos usando, no hay atribución externa que valga.

Estos diálogos, con sus infinitas variantes son pan de todos los días para quienes, por oficio y vocación, nos dedicamos a tratar de ayudar a las familias de alumnos con dificultades académicas. Es importante que el profesional sepa identificar las atribuciones que está empleando el afectado porque de ellas dependerá mucho el curso que tomen los eventos: el modo usual de interpretar nuestros éxitos y nuestros fracasos es lo que conocemos, siempre en la misma jerga como “estilo atribucional”. Tengo para mí que Martin Seligman, afable, gordito y pelirrojo psicólogo norteamericano de ascendencia irlandesa, a quien conozco solo por sus múltiples libros y referencias, será sin duda el psicólogo más influyente de la última mitad del siglo pasado. Seligman, haciendo una serie de experimentos con perros, cuando las normas éticas permitían ese tipo de manejo, investigó lo que luego llamó el fenómeno de la “Desesperanza Aprendida” (ofrezco explicarlo en futura ocasión) con lo que, imagino que sin quererlo, bombardeó desde dentro la teoría conductista en Psicología. Nos permitió, eso sí, ser más eficaces con el tratamiento de la depresión, el fracaso académico y la infelicidad, entre otras cosas.

Recientemente han estado preguntando mucho la opinión de quienes tenemos que ver con la educación sobre la conveniencia o no de las tareas escolares. Imagino que por la malhadada noticia que circuló hace unos meses que ponía en boca de organismos internacionales la propuesta de que, por inútiles, “había que prohibir las tareas escolares”. El problema de la falta de lógica en las personas, como diría un amigo mío: como algunas personas son alérgicas a los camarones, habrá que prohibir a toda la familia que cocinen y coman camarones; como algunas personas desarrollan muy serios problemas con el alcohol, ¡prohíbase la ingesta de bebidas alcohólicas en todas las celebraciones!

En lugar de abolirlas, lo que debería cuidar el director del centro educativo es el tipo de tareas que mandan a la casa sus docentes y el uso que dan a la revisión de las mismas. Así como hay maestros aburridos y algunos hasta tontos; hay tareas no solo inútiles sino estúpidas (necio, falto de inteligencia, RAE). Más faltos de inteligencia –o de editores responsables- son aquellos medios de comunicación que reproducen la noticia sin parar mientes en el feble razonamiento que la sustenta.

Las buenas tareas escolares pueden servir, y deberían, para muchos y diversos fines innegablemente educativos: responsabilizar al estudiante de sus propios resultados, enseñarles a organizar sus tareas para entregarlas a tiempo, enseñar a los orgullosos a pedir ayuda cuando no saben hacerlas por sí solos, ayudar a formar el carácter, inculcar el sentimiento de eficacia al hacerlas bien, ayudar a construir una real y positiva autoestima. Y puedo seguir nombrando decenas más pero no hay más espacio. 

Por eso, cuando la Honorable incumple plazos establecidos previamente por la Constitución para las elecciones secundarias que les competen, cuando no se atienen a procedimientos claramente consignados, cuando ministros o alcaldes se pasan las leyes por el entredós de sus abrigos no puede uno menos que preguntarse si nuestros diputados y diputadas ¿habrán ido a la escuela? ¿habrán hecho sus tareas? ¿se las corregían y los educaban? ¿las habrán hecho ellos? ¿o se las hacían papi o mami? ¿cuándo maduraremos y asumiremos las consecuencias por nuestros propios actos?

*Sicólogo y colaborador 
de El Diario de Hoy.