Perder el trabajo no es divertido, particularmente cuando no se tienen ahorros y buenas perspectivas para un nuevo empleo. Eso describe a muchos salvadoreños en un país que se vuelve cada día menos competitivo.
¿Qué sucede dentro de esos hogares después de que el porrazo cae?
Bueno, sin ingresos, comienza el retraso en los pagos de las facturas, eso lleva a discusiones entre esposos. Los niños escuchan, se asustan y expresan su miedo portándose mal en la escuela.
El estrés al tratar de encontrar un nuevo trabajo o de trabajar informalmente para cubrir los gastos a fin de mes, puede crear una atmósfera tensa al hogar. Luego vienen los imprevistos, se descompone algo o alguien se enferma y todo empeora. Algunos recurren al alcohol o las drogas, delinquen y cometen crímenes. Los cobradores de cuentas comienzan a llamar, a presionar.
Nada de esto es imaginario. Aquí pasa todo el tiempo. Un factor clave en la violencia intrafamiliar, cantera de pandillas alimentada por la desintegración familiar y la falta de empleo.
También es una realidad que las personas asumen la culpa y las consecuencias sobre ellos mismos. Pero esto es más agregado, mucho se origina con la pérdida de empleos a consecuencia de políticas económicas erróneas.
Algunos expertos opinan que abrir el país al libre comercio puede revertir los sufrimientos y calamidades en economías como la nuestra, incluso en grandes potencias como los Estados Unidos. A la vez que se dice que el libre comercio es excelente para la economía, también se dice que es injusto y lastima a la gente. Las preferencias políticas específicas fluyen sobre estas creencias. Aparentemente son irreconciliables, pero ambas son correctas. Sí, el libre comercio, o al menos medidas correctivas, ayudan a la economía. Y a la vez, sí, también el libre comercio es injusto y causa muchos problemas.
Es cierto que las personas que se ven perjudicadas por la competencia extranjera eventualmente pueden encontrar nuevas y mejores oportunidades; pero ese período, el de “eventualmente”, es doloroso, humanamente penoso.
Incluso si todos los que perdieron su trabajo encuentran un mejor trabajo un tiempo después o años después, las cicatrices no desaparecen. Los matrimonios se rompen, los niños aprenden malos hábitos, las comunidades se desmoronan. Aquellos que cantan alabanzas del libre comercio tienden a pasar por alto estos dramas humanos. Piensan que el crecimiento económico arreglará todo. Se dice que es fácil la espera, pero no es así para todos.
Algunas personas predican las bendiciones del libre comercio, otros lo maldicen, insistiendo en que lastima a la gente real, la trabajadora, la honesta. Últimamente, esto se ha convertido en algo más que un argumento teórico.
El presidente Trump asumió el cargo prometiendo renegociar o cancelar los acuerdos comerciales que consideraba injustos para Estados Unidos. Mientras tanto, el Reino Unido parece encaminado hacia un “Brexit “ de la Unión Europea. Si el lector cree que esas son buenas decisiones o no, todos aceptamos que son importantes para la economía mundial. Millones de trabajos y vidas están en juego.
Una discusión racional es imposible si no hay acuerdo sobre los fundamentos y las definiciones. ¿Qué es el libre comercio?
Son las políticas comerciales de no discriminar contra las importaciones y las exportaciones a jurisdicciones extranjeras. Los compradores y vendedores de economías separadas pueden comerciar voluntariamente sin que el gobierno aplique aranceles, cuotas, subsidios o medidas encubiertas como las usadas en verificaciones del origen para otorgar los beneficios, sobre bienes y servicios.
Según esa definición, realmente el libre comercio no existe en casi ninguna parte del mundo. Existen muchas arbitrariedades, actos encubiertos, para discriminar. Se trata de un comercio administrado.
*Columnista de El Diario de Hoy.
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