"Si quieres ser amado, conviértete en alguien inspirador de amor”. CS Lewis.
Vagamos por el mundo exigiendo, demandando amor, pidiendo y casi obligando al prójimo a que sea benevolente y cortés con nosotros, como si se tratara de una obligación innata para con nuestra persona.
Caminamos a diario con ese semblante de éxito, imponente… ególatramente contaminante, con un rostro y mirada exigente de especiales atenciones sin realmente pensar y meditar en el rumbo de nuestra existencia. Exigimos amor de amigos cuando la lealtad no aparece en nuestro diccionario mental, exigimos amor en el noviazgo y somos incapaces de lidiar con problemas triviales, gritamos y exigimos amor en el matrimonio y somos incapaces de explicar la palabra fidelidad… ya lo decía Aristóteles: “El amor se compone de una sola alma que habita en dos cuerpos”. Cuando entendamos palabras tan sabias y verdaderas, erradicaremos el egoísmo de nuestros corazones y nuestras acciones irá encaminado a hacer vida esta filosofía.
Vivimos tiempos difíciles, habitamos en lo fácil e inmediato, tecnología, viajes y cosas materiales. No somos capaces de postergar la gratificación por unos instantes, el sacrificio es una palabra ajena a nuestro idioma. Exigimos amor pero ¿qué amor? ¿Cuál tipo de amor? No vislumbramos realmente en qué consiste tan digna emoción humana, el amor eros se ha convertido en una maraña de múltiples cosas banales tergiversándose tanto, que se aleja de su significado puro y verdadero.
Impulsos que rebasan lo animal, pensamientos y sentimientos que irradian torpeza en su máxima expresión son parte de nuestra oferta sentimental hacia el prójimo, somos candidatos a ser padres de familia, cabezas de hogar, sin siquiera amarnos como Dios nos ha creado, estamos inconformes con nuestro propio ser y de esta manera será imposible amar a alguien más… Recordemos que la familia es la base de toda sociedad, sin familias bien cimentadas las sociedades serán inestables y fluctuantes.
El mundo pide a gritos amor real, un amor profundo que logre salvaguardar a la humanidad de esta penumbra de costumbres que están mermando nuestra capacidad humana de amar; debemos volver al amor real y no permitir que avancen tantas ideologías nefastas cuya misión es la extinción del verdadero amor y la familia.
Exigimos amor y perdemos amores, amores reales que por nuestra ceguera sentimental fueron desdeñados, por nuestro atrofiado corazón no se atesoraron… como seres pensantes debemos educar nuestros sentimientos, desarrollar esa afectividad tan importante para poder esculpir monumentos admirables y que para nuestros hijos y las nuevas generaciones sean un digno ejemplo a seguir. En nuestro entorno hagamos la diferencia, sutiles detalles representan magistrales enseñanzas, como valiosos seres humanos no dejemos a un lado lo que realmente es un tesoro en nuestras vidas, lo decía San Juan de La Cruz: “¡Amar eternamente y dar la vida cantando al Amor!”.
Sin amor, la vida no sería vida y se perdería ese ingrediente esencial que le da sentido a nuestras relaciones humanas, amor de pareja, de amigos y el infaltable amor a Dios, piedra angular de nuestra existencia terrenal.
El amor no se exige ¡nunca se debe exigir! Nace, se fermenta y florece. Seamos seres que vierten destellos de bondad, recordemos que el mal solamente existe cuando hay ausencia de bien, una infinidad de problemas sociales no existirían si nuestro corazón jamás se hubiera deshumanizado.
*Colaborador de El Diario de Hoy