En junio de 2016 se estrenó en Alemania la película “Adiós a Europa”, de María Schrader, centrada en la vida del escritor y biógrafo austríaco de raíces judías Stefan Zweig.
Ante el avance del nazismo Zweig, ciudadano europeo de corazón y cosmopolita de espíritu, se vio obligado a huir de su país, convirtiéndose “en un ser de ninguna parte y forastero en todas, huésped en el mejor de los casos”: de ciudadano a exiliado. Primero se refugió en París, a continuación en Londres, para viajar posteriormente por América e instalarse finalmente en 1941 en Petrópolis, Brasil, donde se suicidó junto a su segunda mujer en febrero de 1942, una semana después de la caída de Singapur a manos japonesas.
Su alma había sufrido un desgarro con la I Gran Guerra para ir progresivamente hundiéndose en un abismo depresivo con el ascenso de los nacionalismos y totalitarismos en Europa y el estallido de la II Guerra Mundial.
“Jamás me he dado tanta importancia como para sentir la tentación de contar a otros la historia de mi vida”. Eximio biógrafo y sin embargo reacio a escribir sobre sí mismo, Zweig hizo de tripas corazón y reflejó en su obra: “El mundo de ayer: memorias de un europeo”, la tragedia que asoló Europa no una, sino dos veces. Al ahogarse la convivencia pacífica, la seguridad y el progreso a manos de la necedad colectiva, la locura nacionalista y la epidemia totalitaria.
Al igual que existen los padres fundadores de Europa, a Zweig se le puede considerar uno de los ensoñadores del Viejo Continente: o mejor aún, un “founding author” de Europa.
En los próximos doce meses se llevarán a cabo diversos procesos electorales en Europa que definirán claramente el futuro institucional de la UE a corto y medio plazo. Al igual que a los políticos, al ciudadano medio tampoco le interesa el largo plazo, ya que como señaló Keynes: “a largo plazo todos estaremos muertos”. Aunque, al igual que a Keynes, a los adultos nos gusta pensar en el futuro y bienestar de nuestros nietos.
En el domingo 4 de diciembre, se celebraron sendos procesos electorales en Austria e Italia, con resultados dispares. Mientras que en Austria los votantes optaron por el candidato progresista en detrimento de la opción ultraderechista, en Italia la clara mayoría antiestablishment a favor del “No” ha provocado la dimisión del primer ministro proeuroeísta Renzi, una caída del euro y una doble preocupación en los gobiernos e instituciones europeas: la situación del sistema bancario en Italia es muy preocupante y existen posibilidades reales de que un nuevo gobierno encabezado por Beppe Grillo se incline hacia posturas antieuropeistas.
Por si fuera poco, en 2017 habrá procesos electorales en cuatro países europeos. Holanda irá a las urnas el 15 de marzo con el partido de la Libertad, euroescéptico y antiislámico empatado actualmente en las encuestas con el partido del actual primer ministro Rutte.
Francia llevará a cabo su primera ronda de elecciones presidenciales el 23 de marzo: la ultraderecha de Le Pen tiene posibilidades reales de concurrir a la segunda vuelta de abril.
Las elecciones presidenciales en Alemania, a celebrarse posiblemente en septiembre podrían confirmar el cuarto mandato consecutivo de Angela Merkel y la entrada en el Bundestag de la ultraderecha populista hasta convertirse, tal vez, en el tercer partido más votado.
Finalmente en el mes de octubre, la República Checa celebrará elecciones presidenciales que podrían reafirmar la victoria del partido populista, Acción de Ciudadanos Insatisfechos, AÑO 2011, en las elecciones regionales recientes de 2016.
Sin duda alguna, el efecto Brexit y Trump se han dejado sentir con distinta intensidad en los países europeos. Y momentáneamente han propiciado un ligero sentimiento proeuropeísta que, sin duda, perdurará poco tiempo.
La situación actual en Europa no es aún comparable a la que obligó a Zweig a exiliarse pero el caldo de cultivo en corazones de tinieblas, está sembrado y debe ser objeto de especial atención. En palabras de Castelio, humanista francés del siglo XVI: “La posteridad no podrá comprender que de nuevo tuviéramos que vivir en medio de tinieblas tan densas, después de que ya había sido hecha la ley”.
Desde un punto de vista social, es de esperar un aumento de los reclamos nacionalistas y pseudopatrióticos, en contraposición a los defensores de posiciones europeístas o globalistas. La otredad volverá a ser razón y fin de los procesos electorales, enjugada en tiempos verbales pasados gloriosos y espúreos.
El retraimiento hacia la búsqueda de la identidad propia y colectiva paradójicamente puede suponer un abandono o cesión de responsabilidades personales y democráticas en torno a una figura, un líder que nos conduzca socialmente. Y en palabras de Zweig “nos quite el trabajo de pensar”…Me pregunto la razón: ¿Acaso será que el mero vivir se ha convertido en un hecho extenuante?
Finalmente, desde una perspectiva institucional, teniendo en cuenta que en 2017 se conmemorará el 60 aniversario del tratado de Roma, la Europa oficial debería acercarse más al ciudadano que aun la ve y siente fuera y remota de su quehacer diario.
No hay recetas mágicas para este proceso, aunque sí parece pertinente una modificación de su arquitectura institucional y evitar que se transforme en una nave de locos hacia “Narragonia”.
De lo contrario, el año próximo las instituciones europeas pudieran ver clavadas en la puerta del edificio Justus Lipsius, sede del Consejo de la UE, unas tesis cismáticas, similares a las que, según la leyenda, clavó Lutero en la puerta de la catedral de Wittenberg y de las que precisamente se celebrará el 500 aniversario…en 2017.
*Colaborador de El Diario de Hoy