Los niños, al igual que los adultos, percibimos el medio ambiente a través de los sentidos, sin embargo los niños en mayor grado que los adultos son más influenciables con las conductas y ejemplos de aquellos que los rodean, principalmente sus padres y abuelos, pero también sus compañeros y maestros. Esto es importante pues la comprensión y visión que los niños tendrán de Dios, se fundamenta en la infancia temprana y está sin lugar a dudas modulada por las experiencias y creencias que sus padres y otros adultos con los que conviven, han tenido con respecto a la Divinidad y la manera en que las han transmitido.
Es así como los niños experimentarán la presencia de Dios, al que no ven, a través de las interacciones del día a día en las relaciones que ellos tienen con aquellos que ven cotidianamente y que conviven con ellos. En este sentido, es especialmente importante que los padres tomemos consciencia no solamente de la manera en que nos relacionamos con la Divinidad, sino también la manera en que interactuamos con nuestra familia. Solamente con la experiencia vivida desde la fe real es que esta relación se reflejará de una manera positiva en los niños y hará que ellos inicien el conocimiento de Dios desde etapas tempranas de sus vidas para que posteriormente se involucren en la búsqueda de Dios en la edad adulta a través de una fe más profunda. Necesitamos padres comprometidos para vivir su fe de manera sincera para que esta sea la fuente de aprendizaje para sus hijos.
No debería extrañarnos que debido a que los niños comprenden la relación con Dios como un reflejo de la actitud de sus padres; los hijos de padres violentos y abusadores tengan dificultades para identificar a Dios como un Ser de Amor.
Por otro lado, los hijos de familias que comparten muestras de afecto y cariño en forma abierta y sincera, son más receptivos a creer que el amor es un atributo verdadero de Dios.
La visión correcta de esta relación y la comprensión de la manera en que los niños interiorizan no solamente la presencia sino también la esencia de Dios enfatiza la importancia de que la espiritualidad comience temprano en las familias y que se extienda con otros educadores en la fe, en escuelas dominicales, escuelas de catequesis y pastorales juveniles, entre muchas otras entidades pastorales, hasta la edad adulta.
Es debido a que esta dinámica ocurre muy temprano en la vida de los niños y que sus sentidos están madurando para poder percibir y aprender a confiar en las experiencias que obtengan de esta interrelación con su mundo más inmediato, sobre todo en las relaciones con sus padres; que debemos esforzarnos por desarrollar su fe y fortalecer sus creencias.
Es en consecuencia con lo antes mencionado, que deberíamos aprovechar la oportunidad que nos ofrecen las fiestas que se aproximan para inculcar conocimientos que nos permitan vivir verdaderamente la fe, específicamente del Adviento y la Navidad, para que nuestros hijos comprendan el sentido y sentimiento más profundo de la presencia de Dios en nosotros.
*Médico y colaborador de El Diario de Hoy