¿Por qué no apostar por el bienestar, por el desarrollo, por una sociedad tranquila, en paz consigo misma, como son la mayoría de naciones del mundo?
Con excepción de casos como el de Cuba, los despotismos del Medio Oriente, Corea del Norte y las cavernarias dictaduras del África, los pueblos se esfuerzan por vivir bajo un orden de leyes que además procure el bienestar de sus pobladores.
Las amenazas lanzadas por un dirigente oficialista contra la Sala de lo Constitucional comprueban que los odios y el fanatismo son casi imposibles de desterrar en ellos.
La postura es muy clara: si los fallos de la Sala son contrarios a los intereses y objetivos del socialismo del Siglo XXI, lo que toca es destituir a los magistrados, perseguirlos, procesarlos y encarcelarlos. En ningún momento se argumenta o señala inconsistencias en los fallos; la postura es la de “o estás conmigo o estás en mi contra. Y si estás en mi contra, lo propio es aniquilarte”.
Lo expresado señala la clase de escenario que se puede esperar de darse la tragedia de que nuestro país caiga totalmente en manos de déspotas de esa clase, lo que debe hacer reflexionar a todo el sistema de justicia en El Salvador: en una sociedad totalitaria no hay lugar alguno para abogados, litigantes, personal de tribunales, magistrados, tinterillos, chupatintas... los fallos no son tales, sino disposiciones que toma en grupo en el poder, el politburó o el comisario supremo, fallos que no pueden ni apelarse ni revertirse, sino únicamente obedecerse, sin alternativa alguna aunque luego se cambien o rectifiquen.
Y tal sociedad, lo que en el caso salvadoreño es un ilusorio castillo de naipes, se derrumba a causa de sus propias contradicciones, como está sucediendo al chavismo que está hundiendo a Venezuela en el caos y la hambruna.
Como decimos, ¿por qué no apostar por el progreso, por lo que asegure una medida de desarrollo, por la armonía entre las personas, por erradicar la violencia que azota al país y que, día a día, acarrea tragedias, la última más abominable, la de un individuo que frente a dos niños mata a una desdichada mujer y se fuga disparando a loco, presa su mente por demonios?
En las sociedades libres coexisten toda clase de tendencias, desde los que no se mueven por nada, los apáticos que Dante colocó entre el cielo y el infierno, hasta los que abogan por causas imposibles. Pero mientras nadie pretenda imponer por la fuerza sus locuras, en una sociedad tolerante hay un sitio para ellos.
O el hambre socialista o
las mieles capitalistas
El último informe de Fusades señala un hecho muy triste: después de que en los años 90 El Salvador alcanzara el nivel de país del Segundo Mundo, de un modesto Segundo Mundo y la pobreza estaba erradicándose, en la actualidad las dos terceras partes de los salvadoreños están en el nivel de pobreza y muchos de ellos en la miseria.
Y esto no ocurre por una maldición bíblica, sino a causa de la inseguridad general y el deterioro económico provocado por las políticas y actitudes del partido en el poder.
Pero no se sientan muy mal, señores del partido oficial: lo que sucede no es una primicia sino lo que siempre ocurre bajo el socialismo del Siglo XXI.