Exhibir con fruición pulseras de oro, cadenas y brillantes anillos es característico de cierta clase de negociantes en los barrios de las grandes ciudades donde hasta la policía entra con mucha cautela, más ahora que se han incorporado pandilleros del sur del Río Grande.
Entre la gente de trabajo, en cambio, privan la moderación y la discreción, sobre todo en un país donde abundan los asaltos a todo nivel y “lo conquistado no se entrega”.
Una casi proverbial frase nos dice que esconder un botín es una cosa pero esconder un modo de vida opulento es otra muy distinta. Y son las señales que manda “el que nunca tuvo y ahora tiene a borbotones” las que ponen en alerta a organismos como Probidad.
La corrupción es un flagelo que empobrece a todos en un país, menos a los que se embolsan presupuestos, comisiones debajo de la mesa (las clásicas mordidas), reciben sobresueldos sin justificación o inclusive ganan muy por encima de lo que sus capacidades obtendrían en el mercado laboral, el caso de miembros del oficialismo y sus parentelas.
En muchos casos las disputas sobre botines llegan a extremos terribles, más cuando el que reclama es un individuo que de un día a otro pasó de casa alquilada a mansiones y sale corriendo de país cuando la justicia le sigue los pasos.
Los enriquecidos a dedo, esos a quienes sus salarios de cinco mil dólares al mes “no les alcanzan”, compiten en los mercados de bienes y servicios contra la gente a quienes les han sacado el dinero literalmente a la fuerza, elevando aunque sea en pequeños porcentajes, los precios de las cosas.
El corrupto nunca actúa solo
sino que se rodea de cómplices
A esos males se agrega otro igualmente destructor para una sociedad: los corruptos no actúan solos, sino que forzosamente tienen que formar sus propias bandas de secuaces, encubridores, lavadores, los que mueven capitales a otros países, los prestanombres —un floreciente oficio en una época que ahora deja a muchos con los lomos al aire al ser descubiertos—, los intimidadores y así en adelante.
Cuando esas estructuras de corrupción se vienen abajo, las estructuras para esconder y distribuir un botín se llevan de encuentro a muchos, incluyendo a los que no se metieron un centavo a la bolsa, como también quedan en alas de cucaracha las empresas o negocios pantalla que se hayan formado.
Y un ejemplo es lo sucedido en Guatemala al venirse abajo los andamiajes de Pérez Molina y la Baldetti y que también puede pasarle a quienes tienen en el poder.
Se cuenta de un mandatario de nuestra apaleada América a quien le apodaban “manos puras” pero a cuyo hermano lo tildaban de ser “puras manos”.
Por ahora los socialistas del Siglo XXI siguen protegiendo sus corruptos “a capa y espada”...