Todos los 24 de diciembre, desde el año en que el Frente y el gobierno de Cristiani fumaron la pipa de la paz en Chapultepec, se corre en San Salvador, la Clásica Navideña. No es una carrera como las que hay todos los domingos. Aquí no hay patrocinadores, ni squeeze, ni camiseta, ni medalla.
Lo que sí hay es un espíritu espontáneo, de euforia y gratitud, que brota de los poros de corredores, ciclistas, nadadores, y hasta de un bóxer amigo de todos.
Euforia por estar haciendo lo que nos gusta, gratitud por tener los tenis puestos y no a chuñas en hospital, o tieso en camposanto.
Tenis puestos, con el objetivo de correr, bajada y subida, desde la Plaza Yasser Arafat hasta nuestro templo mayor en el mero centro. Con la misión de bañar de gratitud al Colocho por los logros conquistados, y suplicarle salud para seguir cosechando.
Cuando me cayó la invitación a la Clásica Navideña, procedente de la computadora del Furgón, respondí: Qué lástima, este año 24 cae sábado, y si es sábado se pedalea.
Respuesta que alborotó el avispero: Viejo Lin rebelde, chollado, y otros calificativos de caja de lustre.
Lo siento, soy víctima de rutina, y la pedaleada larga del sábado es sagrada. Más en estos meses de amaneceres alucinantes.
En eso, me entero que mi hijo, aquí choteando de sus estudios en el extranjero, aterrizó decidido a correr La Navideña. Fácil romper la rutina, para vivir la poderosa experiencia que representa correr con Diego.
Pequeños reajustes en mis entrenos, y a buenas 4:45, hora inglesa, se sueltan unas 500 bestias y no tan bestias.
Bestias como la docena de triatletas que nos representaron en el Ironman de Cozumel. Como Manuel Rivera y Diego Alfaro, que corrieron 42 km y 195 metros, en Nueva York y Chicago, en menos de tres horas. Como Juan Pablo Gálvez, quien anda sembrando nuestra bandera en desiertos y murallas. Como el trío cuscatleco – Aída, la Viejona y el Viejo Lin, quienes tuvimos la dicha de codearnos con los masuchos en el Campeonato Mundial Ironman 70.3 en Australia.
La euforia colectiva se elevó junto a un cuete chino disparado desde el nuevo gusano aéreo del Masferrari. Y casi se convierte en éxtasis cuando una docena de chicas de Lips salió a tirar besitos y gritar “amorcitos”. “Tanta curva y yo sin frenos”, le salió del alma a un corredor perverso. ¡Jua, jua, jua!
Próxima parada, la Plaza de las Américas. Bonita la remodelación gracias a la familia Poma en tiempos de Norman. Lástima que Nayib, al Salvador del Mundo lo tiene sin luz, por lo que la foto de las 500 bestias no salió. ¿Ciudad capital 100 % iluminada?
Flashback poderoso, cuando corrí entre el Café de Don Pedro y la casa de la abuela Carmela. Mi mente retrocedió a julio de 1969, durante el desfile de la victoria de la Benemérita (en tiempos de Tapón), después de las 100 horas de bonche contra Honduras. ¡Recién nacido estaba!
Luego me imaginé los renovados brillos del Parque Cuscatlán, pasé frente a la clínica de mi pediatra, olí el infaltable aroma del Acelhuate, vi uvas, manzanas y manguito tierno por doquier, oí una puteada de Juanita la loquita, y no saboreé, ni toqué, el deschongue de siempre.
Antes, te podías hacer la cruz con agua bendita dentro de la Catedral. Ahora, das gracias y suplicas desde la reja exterior. Aquello también oscuro, por lo que la foto tampoco salió. Mala onda, Nayib.
Nos persignamos y, ¡zaz!, se separan las bestias de las no tan bestias, metiendo el turbo en busca de Arafat; un intenso ascenso de 7 km, bajo un cielo color de ángeles cocinando galletas navideñas, con fondo de volcán capitalino. ¡Qué divino!
- “Mantengamos el paso”-, le dije a uno que ya iba jadeando, cerca de la clínica de mi papá. -“Manténgalo usted, viejo c...”-, se escuchó desde su dolor de vaso.
El otro año, 24 cae domingo, día de reposo; pero cual roncar, la edición 25 de la Navideña voy a correr. ¿Usted también, vea?
Haga ejercicio y tendrá un ¡Feliz Año! Se lo garantizo.
*Columnista de El Diario de Hoy.
–calinalfaro@gmail.com