Nada le importa al oficialismo lo que sufren los capitalinos

El estar en el llamado Centro Histórico, el casi arrasado centro capitalino, les castiga la contaminación ambiental causada por los vehículos, que ensucia con un ligero hollín oficinas, salas de venta, estanterías, muebles y equipos, más los pulmones de empleados y clientelas.

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Por Mirna Navarrete

24 October 2017

El descomunal desorden del tráfico en San Salvador, que perjudica seriamente la economía, el medio ambiente, los vehículos y altera el sosiego público, daña al comercio y negocios de las zonas perjudicadas, menos a los que están a la cabeza del partido oficial.

Mientras estén recibiendo sus salarios sentados en sus oficinas, lo que perjudique al resto de la gente les resbala.

A fin de cuentas, el gran desmadre del tráfico de la ciudad es uno de los partos del Viceministerio de Transporte, echado a andar con el Sitramss y que, pese a que ese abuso se corrigió, en parte, las secuelas han quedado como una maldición bíblica sobre la ciudad y el país.

Los negocios en El Salvador tienen que hacer frente a obstáculos y cargas muy graves, desde el acoso fiscal, la violencia imperante, las extorsiones y el deterioro de las calles, a los efectos de un general descenso en la economía mundial.

Como si eso fuera poco, nuestro país ha perdido competitividad en la región después de estar a la cabeza en prácticamente todo.

Lo que más sufre es el empleo, pues fuera de los puestos artificialmente “creados” con el dinero de todos (la creciente burocracia) prácticamente el noventa y tanto por ciento de los puestos laborales los genera el sector productivo, desde las grandes y medianas empresas —las que innovan, capacitan e incorporan nueva tecnología al país— hasta pequeños talleres, el sector informal, la agricultura artesanal, los profesionales en su ejercicio diario.

Y que los productores “no están sentados en un lecho de rosas”, es que muchos han votado con sus pies y se trasladaron a otros países.

El estar en el llamado Centro Histórico, el casi arrasado centro capitalino, les castiga la contaminación ambiental causada por los vehículos, que ensucia con un ligero hollín oficinas, salas de venta, estanterías, muebles y equipos, más los pulmones de empleados y clientelas.

Es además difícil conservar personal calificado, como competir con los ambulantes (que no pagan ni cuidan locales), recibir suministros en horas laborales por el tráfico, hacer envíos... todo cuesta más, a lo que se agrega que allí las temperaturas son más altas que en la periferia de la ciudad.

Si no las protegen de sus depredadores, las ciudades terminan por ser abandonadas

Mientras viva y transite gente en una zona urbana, habrá alguna actividad comercial, hasta en las colonias infestadas de maleantes que ahuyentan todo y pueden generar desiertos económicos como ya está sucediendo.

Hay pueblos en Europa, como en el oeste de Estados Unidos, que yacen abandonados pese a los esfuerzos de las autoridades regionales para detener esos éxodos, especialmente en las regiones agrícolas donde, por cierto y a causa de la crisis, están volviendo trabajadores a sembrar y recolectar cosechas.

En lo que los comunistas sobresalen por encima de cualquier otra cosa es en destruir países, en generar pobreza, en anular la creatividad, en perseguir la alegría y el colorido aunque en sus ghettos los de la nueva clase mantengan algo de las mieles del capitalismo, pero solo para ellos.

Y es en referencia a esos oasis dentro de la miseria general a los que se refirió un cierto sujeto que llena sus carretillas de esas mieles mencionadas, pues al hacer los peregrinajes los camaradas de acá lo encuentran allá.