El mes de diciembre siempre es agitado. Las vacaciones magnifican el sentimiento de urgencia en todas las tareas cotidianas y laborales. Muchas veces ese ajetreo no permite tomar un momento para reflexionar sobre lo vivido y pensar en lo que nos espera y las metas que queremos trazarnos para el próximo año. Es sabio, no obstante, hacer un tiempo, aunque sea un par de minutos, para reflexionar sobre las bendiciones, obstáculos superados, cosas que quedaron pendientes y situaciones no tan agradables que experimentamos durante los últimos doce meses. Esto, en mi experiencia, ayuda a mantenerse humilde, agradecer por todo lo recibido y planificar para lo que se avecina.
Todos los años, sin excepción, entre mis bendiciones está el haber conocido a personas que me han ayudado a crecer como ser humano. No siempre es porque sean bondadosas, honestas, integras o ejemplares, a veces ha sido por todo lo contrario. Como cualquier otro, he conocido a personas egoístas, malcriadas, mezquinas y deshonestas. Aunque parezca ilógico, al final de año también las cuento como bendiciones, porque cada una me recuerda qué clase de ser humano NO quiero ser. Me ayudan a reflexionar sobre mi propia vida y cambiar actitudes o conductas para ser un mejor hombre.
Debo de reconocer, sin embargo, que la mayoría de veces mis agradecimientos son por haber conocido a personas honradas, generosas y admirables de quienes trato de emular alguno de sus rasgos personales en mi propia vida. Este año me toca dar gracias por haber conocido a una persona con este tipo de cualidades, mi amiga y colega Adar. Aunque la conocí el año pasado, este diciembre el trabajo la lleva a otra ciudad y, por lo tanto, forma parte de mis agradecimientos de fin de año.
En toda mi vida, cuento con los dedos de las manos a las personas que he conocido que tienen la capacidad de llenar de paz y alegría el ambiente al entrar a cualquier salón. Adar es una de esas personas. Ella es de origen somalí, morena y musulmana. Siempre viste el solemne hiyab en su cabeza, como lo exige su religión. Decidió estudiar criminología para especializarse en temas relacionados a la discriminación en contra de musulmanes y personas de raza negra en el sistema de justicia penal. Toma su religión y su legado africano muy en serio.
Después de leer su descripción física y el enfoque de su trabajo académico, indudablemente la imagen que se viene a la mente es la de una mujer con una expresión facial sobria, quizás con el ceño un poco fruncido. Precisamente allí es donde viene lo particular de Adar, su cara siempre luce una sonrisa amplia y en cualquier intercambio verbal, el ochenta por ciento de sus oraciones incluyen algún tipo de chiste. Todos, por supuesto, aptos para todo público.
La jovialidad y humor con la que Adar contrasta la seriedad de su trabajo académico y su semblante, es admirable y probablemente la razón por la que es tan estimada en la oficina en la que trabajamos. Sin duda, haberla conocido fue una bendición para todos los que pudimos interactuar con ella.
Es necesario que todos los salvadoreños reflexionemos sobre las Adar que hemos conocido en nuestras vidas. La situación crítica del país exige que todos ofrezcamos la mejor versión de nosotros para salir adelante. Es importante que tomemos el ejemplo de las buenas personas que hemos tenido la bendición de conocer para luchar por nuestro país. Hay que recordar las inmortales palabras de Martin Luther King Jr: “lo preocupante no es la perversidad de los malvados, sino la indiferencia de los buenos”.
*Criminólogo
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