Este 31 de diciembre, tras poco más de 16 años de tener el privilegio de escribir como columnista semanal de este periódico, mi intuición me dice que llegó el momento de decir adiós a mis queridos lectores. Lo pensé mucho, le di muchas vueltas, lo hablé con Sandra y mis hijas. Expuse mis razones y las cuatro me apoyaron.
Antes de continuar, debo expresar mi agradecimiento a Don Enrique Altamirano y doña Thelma, a Fabricio y Eduardo Torres, quienes generosamente me cedieron este importante espacio de opinión. Fue Janet Cienfuegos la que me invitó a escribir pequeñas columnas en la sección de espectáculos. Luego, por sugerencia de Eduardo y aceptación de la familia Altamirano, pasé, como se dice, a las grandes ligas.
En mi mente y corazón quedarán grabadas las acertadas sugerencias de dos grandes editores: Luis Fuentes y Rolando Monterrosa. También durante algún tiempo también hice entrevistas de dos páginas, algunas de ellas realmente movieron el tapete. También escribí algunas crónicas especiales como cuando acompañé a una comitiva presidencial a la Casa Blanca y pude conocer en persona al presidente Bush.
Aquí, en estas páginas, han quedado escritas, para siempre en el ciberespacio, mis opiniones sobre diferentes aspectos de la vida nacional, mis relatos de la guerra y sobre las profundas lecciones que se pueden aprender en episodios de la vida cotidiana. Como todo ser humano, cometí errores. Creo que no pocas veces se me pasó la mano al ser muy confrontador.
Sobre todo, en los primeros años. Por esos tiempos yo era el columnista más joven. Y quería decirlo todo con fuerza y a veces con mucha agresividad. Eso, aunque tuviera razón, le restaba peso a mis argumentos. No pocas veces me equivoqué y a veces pequé de sarcástico. Aprovecho para pedir disculpas 15 años después públicamente, aunque ya lo hice en privado, al gran escritor Manlio Argueta, por una desafortunada columna.
Pero también, sin el más mínimo afán del autoaplauso, acerté cuando advertí sobre los peligros que entrañaba llevar a la presidencia al sujeto que gobernó el período pasado. Advertí, allí está escrito, sobre su arrogancia, sobre su escasa inteligencia emocional y su suprema soberbia.No pocos me insultaron feamente por eso. Pero creo, sin lugar a dudas, que en este caso particular la historia me ha dado la razón.
En estas páginas fui un claro defensor del sistema de libre empresa, de la democracia sin apellidos y del respeto del Estado de Derecho. Fui un duro crítico de los sistemas socializantes. Pero eso no me hace ciego. No comparto para nada los abusos de ciertos “capitalistas” en contra de la gente menos favorecida.
La avaricia de no pocos empresarios al exprimir al máximo a sus trabajadores y proveedores, (eso del quedan es un abuso total) y la forma en como acosan, denigran y maltratan a los clientes, son en el fondo culpables del acceso al poder de sistemas como el chavismo.
En resumen, critico los abusos del sistema capitalista, pero rechazo ciento por ciento el socialismo marxista, y esa locura llamada socialismo del siglo XXI. Esa reflexión no tiene nada que ver con la discusión del salario mínimo. Aquí, con todo respeto, creo que tanto Monseñor Escobar Alas como el padre Tojeira están completamente equivocados. Pero eso es harina de otro costal.
Esta columna me permitió ganar miles de amigos reales y virtuales. Personas que amables me saludan en los centros comerciales o en cualquier otro lugar. Es agradable, no lo niego. Ahora que gobierna el FMLN, son más las miradas y gestos de simpatía que las de odio, que me lanzaban antes que se estrellaran con los dientes en la dura realidad.
En cuanto a escribir sobre política, quiero decir que en este momento estoy quemando las naves. Alguien me aconsejó, nunca digas nunca. Pues bien, así como cuando tiré hace varios años la última colilla de cigarro, y tomé la última gota de licor, pues con esa misma fuerza moral y de voluntad digo que nunca más volveré a escribir sobre política.
La política no tiene ya ningún encanto para mí. Dije lo que tenía que decir. Hice lo que tenía que hacer. Se acabó. También es una manera de guardar respeto y luto por Francisco Guillermo Flores Pérez. La forma perversa como planificaron su caída (uno de los participantes, borracho, me lo contó paso a paso) me provocó asco, repudio, dolor.
Seguiré escribiendo. Hay varios libros que escribir para 2017. CHAT está en las librerías y hay otros megaproyectos que me tienen entusiasmado. A todos ustedes, queridos lectores, gracias por la amistad. Tengo todos sus correos guardados. Ustedes, amigos, estarán por siempre en mi corazón.
*Columnista de El Diario de Hoy.
marvingaleasp@hotmail.com
Mi última columna en El Diario de Hoy
Esta columna me permitió ganar miles de amigos reales y virtuales. Personas que amables me saludan en los centros comerciales o en cualquier otro lugar. Es agradable, no lo niego.
30 December 2016