Como salvadoreños, no podemos continuar evaluando y aceptando un mercado alcista y burocrático. En la actualidad, queremos confiar nuestra existencia únicamente en promesas gubernamentales, mientras seguimos evaluando lo que hacemos y lo que debemos de tener en cuenta. Al final, como que salimos perdiendo. Toda esta confusión nos recuerda el eslogan que dice: “una tendencia insostenible debe finalmente detenerse”.
Últimamente la tendencia de los fondos públicos de pensiones carecen de fondos y nunca podrán pagarles a los trabajadores los beneficios prometidos, al menos sin tener que pagar una enorme y desagradable factura cargada a los contribuyentes. Y dado que los contribuyentes generalmente son votantes, no está del todo claro quién deba pagar la factura. La percepción a nivel nacional es que se percibe a un gobierno gastando salvajemente más allá de sus posibilidades.
Para no sentirlos tan mal. Un estudio del Foro Económico Mundial examinó seis países desarrollados (Estados Unidos, Reino Unido, Holanda, Japón, Australia y Canadá). Al mismo tiempo dos mercados emergentes, China e India. Se descubrió que para 2050 estos países enfrentarán un total déficit de ahorro de aproximadamente US$400 billones. La gran pregunta es: ¿Cuánto más se necesita para garantizar que los futuros jubilados reciban al menos el 70 % de sus ingresos laborales?
Este problema existe en gran parte debido al enorme aumento proyectado en la esperanza de vida media. Hoy en día llegar a los 100 años ya es más común que antes. Es de destacar que también las nuevas generaciones serán más saludables a edades avanzadas que las personas en la actualidad. ¿Podríamos pensar que los nuevos 80 sean los nuevos 50? Es mejor que así lo esperemos, porque las matemáticas son bastante sombrías si asumimos que las personas dejarán de trabajar a la edad de 65-70 y que luego vivirán otro cuarto de siglo o más.
Dicho esto, creo que veremos una gran cantidad de variación nacional en estas tendencias, acompañadas de un déficit de gobierno, del empleador y los ahorros individuales. Las proporciones entre los tres varían mucho. Algunos países cuentan con planes de jubilación robustos proporcionados por el gobierno; otros dependen más de las contribuciones del empleador y del individuo. En conjunto, sin embargo, el dinero simplemente no está allí. Tampoco aparecerá mágicamente cuando sea necesario.
La idea de que disfrutemos de décadas de ocio antes de nuestro declive final simplemente no puede funcionar. Nuestro intento de vivir jubilaciones largas y pausadas está llegando rápidamente a sus límites. La mayoría de nosotros, queramos o no, trabajaremos bien después de los 65 años y muchos de nosotros no tendremos nuestros beneficios de jubilación prometidos para ayudarnos a lo largo de nuestras últimas décadas.
Las personas pueden pasar de 35 a 40 años trabajando y ahorrando para luego sin trabajar continuar otros 20-30-40 años con el mismo nivel de comodidad. Pero realmente con cada vez más jubilados y un número cada vez menor de trabajadores que ingresan al sistema. Y no es lo que los planes de jubilación originales previeron en absoluto. El objetivo es proporcionar un número relativamente pequeño de personas mayores que no pueden trabajar. Las expectativas de vida se proyectaron pensando que la mayoría de los trabajadores viviría unos pocos años después de la jubilación.
Peor aún, son los políticos los que han convencido al público de que no solo es posible un resultado mágico, sino que éste está garantizado. Y algunos de ellos lo creen. No es que nos estén mintiendo, simplemente ignoran la realidad. Han hecho promesas que no pueden cumplir y están dejando que otros arreglen sus vidas con la suposición de que sucederá lo imposible.
*Columnista de El Diario de Hoy.
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