Poco de sorprendente hay en el anuncio del alcalde capitalino de buscar la Presidencia de la República. Lo llamativo es cómo se presenta como un salvador, un ungido aclamado y necesitado por el pueblo, para rescatarlo de su tormentosa situación. Para colmo, se considera víctima de una persecución que incluso puede llevarlo a la muerte.
Muchos deseamos un nuevo rumbo para nuestro país, con servidores públicos honestos que trabajen por las necesidades de la gente y con transparencia. Hay un problema cuando estos deseos nobles se mezclan con reacciones de bilis que nos llevan a confiar ciegamente en figuras con aires mesiánicos, solo porque son capaces de criticar a su (ex) partido y a la oposición.
Estoy casi seguro de que el pleito entre el alcalde y el FMLN es real, pero esto no significa que el edil represente un verdadero cambio y la renovación de la política. Por sus acciones y palabras, Nayib Bukele es poco creíble.
Acusar gravemente en televisión de un supuesto delito es de mal gusto. Si se conocía antes, ¿por qué lo no denunció en su momento en las instituciones correspondientes? Hacerlo ahora que está fuera del FMLN más parece deseo de venganza que de justicia.
Sus discursos son populistas. Reprocha el modelo “neoliberal”, la continuación de éste por parte del FMLN y los nuevos impuestos. Habría que preguntarle qué entiende por este concepto, recordarle que gracias al sistema de libre mercado la gente puede poseer o participar en empresas (venta de motocicletas o agencias de publicidad, por ejemplo) y que tantos gravámenes, con un Estado cada vez más grande y con más empleados, poco tienen que ver con el “neoliberalismo”.
La demagogia se plasma en campañas estéticamente geniales pero vacías de contenido. Esto hace también importante contar con el apoyo en redes sociales de una comunidad masiva que rápida y mágicamente reacciona de manera positiva a las publicaciones. Cuando se trata de pasar de lo virtual a lo real, el castillo de naipes cae, como quedó evidenciado en las protestas a favor del alcalde por el “caso troles”. Solo fueron los de siempre y los acarreados.
Las obras icónicas de esta gestión son un fracaso bien publicitado. El mercado Cuscatlán no resolvió la situación de los vendedores ambulantes. Muchos dejaron sus puestos o volvieron a las calles porque allí no venden. Cada mes, la alcaldía paga $85 mil por arrendamiento, llegando a un desembolso total de $25,500,000. El balance 2008 de la propietaria del inmueble muestra que el edificio estaba valorado en $828 mil. Por un mercado que no funciona, los capitalinos pagaremos $24,672,000 más de su valor.
La “revitalización” del Centro Histórico es un desorden. Desconocemos cómo se resolverán otras cuestiones como las ventas ambulantes y la sobresaturación de transporte público. José Luis Villeda, miembro de la Asociación Centro Histórico, estimó que las pérdidas causadas por las obras ascienden a $2 millones de dólares. A los seguidores del alcalde, en especial a los jóvenes que se emocionan con los renders de las plazas publicados en Facebook, los invito a ir más allá del Salvador del Mundo y ver con sus propios ojos ese caos.
Mejorar la iluminación de San Salvador era más que necesario. El problema son las sombras que quedan: la Corte de Cuentas encontró irregularidades por $3,186,152.08 en el contrato de $24.2 millones firmado por el alcalde con Walter Arévalo, representante de AGM, quien entre 2009 y 2012 fue concejal por ARENA. A esto se suman las investigaciones y procesos legales en Colombia que enfrenta Alfonso Hilsaca, propietario de esa empresa.
Tales son las “nuevas ideas”, que en el círculo más cercano del alcalde están los de siempre, de izquierda y derecha, con un nuevo color. Algunos se dedican a desviar la atención, a manipular la opinión pública o son matones de las redes sociales. Preguntar a Google sobre los Amigos de Nayib para conocer quiénes son.
Hacer “antipolítica” es fácil. Criticar sin proponer soluciones de fondo —con estilo berrinchudo y caprichoso— es cómodo. No caigamos en el engaño y mejor confiemos en personas con reconocida trayectoria profesional, capaces de fortalecer la institucionalidad, sin dejar de cumplir con nuestro rol de ciudadanía exigente.
*Periodista.
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