“¡Te voy a sacar los ojos! No tengo nada que perder…”

Las calles de San Salvador caminan a convertirse así en puntos de asalto, como ya lo son muchas en los tráficos, como el Paseo General Escalón o la avenida Bernal y calle a San Antonio Abad.

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05 November 2016

Roberto N. hacía el alto entre la calle Gabriela Mistral y la 25ª. Avenida Norte de la capital cuando repentinamente oyó que le golpearon varias veces la carrocería del vehículo.

Era un hombre en silla de ruedas, desgreñado y con el ceño fruncido, que agresivo le exigía dinero. Golpeaba la puerta con una mano y le extendía la otra.

Roberto generalmente lleva golosinas para darle a los indigentes, no dinero, pero en esa oportunidad no andaba y le tuvo miedo a ese mendigo. El semáforo seguía en rojo y al conductor no le quedó más que avanzar un poco, pero el otro lo siguió y continuó golpeando la carrocería.
Ante eso, el automovilista bajó el vidrio y le dijo: “¿Qué querés?”

“¡Dame monedas!”, le dijo el otro.

-No llevo –le contestó el automovilista- ¿Por qué me golpeas el carro?

¡Te voy a sacar los ojos, hijue…! No tengo nada que perder- amenazó el mendigo.

En eso el semáforo dio el verde y el automovilista aprovechó y aceleró hasta perderse.

Relatos similares se escuchan de más personas, sobre todo de mujeres, en diferentes arterias y con mendigos o vagabundos que limpian vidrios y que montan en cólera con quien no les da dinero e incluso rayan los autos o les tiran piedras.

Las calles de San Salvador caminan a convertirse así en puntos de asalto, como ya lo son muchas en los tráficos, como el Paseo General Escalón o la avenida Bernal y calle a San Antonio Abad. Porque este hombre era literalmente un “limosnero con garrote”, pero hay otros que son viles asaltantes y la policía nunca está para neutralizarlos.

Existe un grupo intermedio, que son los limpiaparabrisas y los vendedores que son respetuosos y ofrecen primero, pero también otros que forzosamente limpian vidrios, se enojan si no les dan monedas pero se retiran sin mayor problema.

Por humanitarismo y principios cristianos, muchos quisiéramos favorecerlos, ya que entendemos que de esa forma se ganan la vida, pero a veces no se puede, o no se les puede dar a todos.

Lo más grave es cuando quienes sufren el acoso y las amenazas son señoritas o señoras que van solas y que no pueden hacer nada para defenderse. Hay muchos testimonios de sujetos que han apedreado o rayado los autos de mujeres solas que se han negado a abrir el vidrio y darles dinero, o les han aruñado el rostro o las manos.

Muchos dirán que estas personas son producto “de la marginación y de una sociedad injusta”, pero un gran número de ellas más bien es resultado de haber acostumbrado a muchos a pedir y a obtener fácilmente las cosas en aras de los “programas sociales”.

Los salvadoreños se han caracterizado dentro y fuera por ser gente de trabajo, no limosneros. Ofrézcales trabajo y hacen maravillas, inspirados por ellos mismos y por sus familias.

Si hay falta de oportunidades y salarios muy bajos en algunas áreas se debe precisamente al círculo vicioso en que ha caído el país: se ha estancado, no es atractivo para las inversiones y no ofrece garantías ni estabilidad, además de que la corrupción se ha disparado al punto que nadie puede cubrirla ni disfrazarla.

Todo esto nos lleva a la misma inseguridad y la anarquía que privan en las calles de El Salvador y que no varió con el “gobierno del cambio”, sino que empeoró.

“Cambio” y “Buen vivir”, sí, pero solo para los que tienen el poder.

*Editor Subjefe de El Diario de Hoy.