Odebretch, Reficar, los 21 fiscales y jueces del Meta que trabajaban para organizaciones ilegales, irregularidades con las regalías de Córdoba y la Guajira, el exsecretario de Seguridad de Medellín, el cual fue acusado de trabajar con ciertas organizaciones criminales, y la cereza de este podrido pastel, el exdirector de Anticorrupción Gustavo Moreno, quien fue capturado por corrupción. Es como si todos se recrearan como niños adictos a la “mermelada” en el Carrusel de Samuel.
En este artículo explicaré desde dos aspectos, por qué el cerebro sí puede volverse adicto a la corrupción, cómo hemos heredado acciones corruptas de nuestros primos hermanos los primates, y sobre todo cómo podemos evitar ser adictos a la corrupción.
¿Cómo puede el cerebro volverse adicto a la corrupción?
“La corrupción…es inherente a la naturaleza humana”, dijo Nule. No creí posible estar de acuerdo con él, pero visto desde el aspecto biológico, está en lo cierto. ¿Por qué? Bueno, la corrupción está influenciada no solo por aspectos sociales, estatus social o salud, sino también tiene factores biológicos. En un paper publicado en Frontiers in Behavioral Neuroscience, explicaron que existen ciertas regiones cerebrales como el giro frontal inferior izquierdo y la amígdala, áreas que están ligadas al rol corrupto cuando las personas prefieren ir en búsqueda de su propia “felicidad” a expensas del bien moral.
En términos muy prácticos, la amígdala es el principal núcleo de control de las emociones primitivas como el miedo, la rabia, el amor y entre otras. Pero sobre todo, es la responsable de conductas muy primitivas como las de paralizarse, huir y/o atacar. Esta amígdala cuando percibe que se ha cometido un acto ilícito y corrupto, envía una señal de alerta a la corteza prefrontal (el área de la justicia, el control y el ejemplo) donde tiene la intención de notificar a esta nueva corteza prefrontal que puede remediar dicha acción. Pero si los actos ilícitos y corruptos son repetitivos, la amígdala pierde toda capacidad de alerta, se vuelve inútil e interpreta estas acciones ilícitas como algo “normal”. Es por eso que tristemente ya no es sorpresa para nuestra sociedad tanta “normalidad” ante los actos corruptos de estos líderes empresariales y políticos.
Además la corrupción tiene efectos de respuesta química en el cerebro similares a la cocaína. Y al sentir esta sensación se incrementa los niveles de testosterona (hormona del poder) en el individuo. Así que cada vez que estas personas saborean más la “mermelada”, la bioquímica de sus cerebros hace que aumente los niveles de dopamina, un neurotransmisor asociado la autosatisfacción. Y cuando ésta se presenta, activa en el cerebro el circuito de recompensa, el área donde sentimos placer y deseos de repetir estos actos. En otras palabras, obtener poder hace que deseemos más poder, y en efecto el cerebro sentirá más ganas de satisfacerse y sentir la excitación de este ciclo adictivo de la corrupción. Por eso cada vez la corrupción es aún mayor y más frecuente.
Para una mente débil como las personas que he nombrado anteriormente, su cerebro adaptará cada vez más a la deshonestidad. Estarán más propensos a caer en el riesgo de volverse “adictos” a la “corrupta mermelada” del poder, donde aumentará el grado de egocentrismo como también la apatía social.
¿Primates modernos y corruptos en nuestra sociedad?
Ntologi era un líder de cierta región de Tanzania. Fue líder de un grupo durante 12 años, pero en cierto momento empezó a robar la comida de otros fuertes miembros del grupo para dárselos a los menos favorecidos. Sin embargo, la conducta de Ntologi se intensificó por varios meses y abusó tanto de su poder, que los otros miembros del grupo se aliaron entre sí para poder destronar y desplazar a Ntologi. El líder pasó de ser un Robin Hood a un dictador embriagado de poder. Pero, ¿se sorprenderían si les dijera que Ntologi era un chimpancé de las selvas de esta región? Casos como estos hemos escuchado en nuestra historia durante miles de años.
Baron John Acton acuñó el término, “el poder corrompe y el poder absoluto corrompe absolutamente”. Por eso más que seres humanos somos primates modernos, porque compartimos el 98.76 % de nuestra composición genética con nuestros primos hermanos los primates, mientras el 1.24 % restante es lo que nos hace aparentemente “humanos”. Y en esta evolución claramente heredamos una gran cantidad de conductas que nos hacen más primates de lo que pensamos, y entre esas, acciones corruptas. Pero ¿qué tienen en común los primates con estos corruptos? Todo. Porque visto desde un aspecto neurocientífico, estas personas actúan desde las áreas más primitivas de su cerebro. Ellos se han encargado de nutrir las áreas más primitivas de su cerebro como las áreas de la autosatisfacción, intensificando en efecto el egoísmo y con el fin de no afectar su supervivencia.
El cerebro está programado para evitar comportamientos no aceptados por un grupo social, pero este mecanismo cerebral puede dejar de funcionar cuando el grupo llega a considerar normal este actuar corrupto. Es por eso que la corrupción evolucionó por culpa nuestra cuando toleramos la corrupción cotidiana en nuestra selva urbana. Porque se tolera al que se cola en la línea del bus, del Transmilenio, del banco, cuando toleramos que se pasen el semáforo, cuando se bota basura al piso, al que ofrece soborno a un policía y éste lo recibe, cuando se tolera el que pide comisión de un negocio que no debería pedirlo. Cosas tan simples y cotidianas como estas, son las que indican que el entorno familiar, educativo, cómo en nuestra vida en general, no se están brindando las condiciones necesarias para salir de este corrupto holocausto evolutivo.
¿Cómo evitar la tentación de esta droga de la corrupción?
Hace menos de 200.000 años hemos heredado la nueva corteza prefrontal, como lo dije anteriormente, esta área es la responsable de la educación, la justicia, el control y el ejemplo. Pero para muchas personas esta nueva corteza, sigue siendo muy nueva para muchos. Por ello es indispensable que todos los días nos eduquemos con los valores que esta sociedad ha perdido en los últimos tiempos. Que sigamos cultivando el sentido de la justicia, de saber controlarnos frente a la satisfacción instantánea y trabajar otras virtudes, mientras que diariamente logramos ser un ejemplo para los demás.
Siempre he dicho que no hay evolución sin transformación, y si no transformamos estas conductas corruptas como las de estas personas algo primitivas, difícilmente evolucionará nuestra amada Patria en las próximas elecciones. El gobierno difícilmente podrá combatir la corrupción cuando es el gobierno mismo quien propicia la corrupción. Así que si queremos que las cosas cambien, nuestro voto debe cambiar.
Al final, nuestro país no cambiará con mi opinión, sino con mi ejemplo. ¿Y usted actuará hoy desde el ejemplo?
*Publicista y sicólogo colombiano (Tomado de la revista digital www.kienyke.com)