Los principales medios de comunicación norteamericanos, televisión, radio, periódicos, Hollywood, etc. apoyan de lleno la candidatura de Hillary Clinton. Sin embargo, pese a ese apoyo, el candidato republicano para presidente 2017-2020, Donald Trump, según encuestas, tiene probabilidades de convertirse este martes 8 de noviembre en “the 45th President of the United States”. Aparentemente es inmune a los ataques persistentes que ha recibido de los principales editorialistas y artistas. Hasta el Washington Post afirma que Trump nunca ha estado tan cerca de la presidencia como en estos momentos.
Cuando Trump anunció en junio 2015 su intención de aspirar a la candidatura republicana, se encontraba con una popularidad de 24 puntos por debajo de Clinton. En ese entonces, pocos pensaban que pudiera ser opción republicana para competir contra Clinton. Sin embargo, Trump aplastó a todos sus contrincantes republicanos contundentemente.
Desde que Trump incursionó a la escena política casi nadie de los líderes republicanos ha tenido el coraje de acompañar sus posturas poco ortodoxas. Llegó criticando sin tapujos al status quo, por lo cual unos ven a Trump como gladiador político, que entró a la arena a realizar cambios radicales.
Y es de considerar, como he sostenido otras veces, que existe una mayoría silenciosa de votantes norteamericanos que no aparece en las encuestas de los medios; es la clase trabajadora blanca, la clase media-baja, la que percibe que sus problemas son invisibles ante el “stablishment”. Oyen hablar de los afroamericanos o los hispanos y la necesidad de integrarlos en la sociedad. Sin embargo, desde la perspectiva de clase media-baja blanca se percibe que hay poco interés por los desafíos que enfrentan sus características demográficas. Trump ha sabido conectar con ellos, con sus intereses económicos y culturales. Su posicionamiento en las encuestas refleja una popularidad que se fortalece por su manera de penetrar, pese a sus acostumbrados insultos, burlas y groserías.
La cuestión definitoria de esta generación es el colapso en el nivel de vida de las clases media y media-baja. Esto es parte de lo que Trump trajo al debate y lo ha colocado a donde está hoy en popularidad.
En el tema electoral, Trump podría llevarse cada estado que Mitt Romney ganó en 2012, incluyendo Carolina del Norte. Y darle giro a estados que ganó Barack Obama en su elección, como Florida, Ohio, Iowa, Nevada y Nueva Hampshire. Trump está obligado a ganar Florida, Ohio, Carolina del Norte y Iowa. Además, debe asegurarse de no perder en otros estados típicamente republicanos, y ganar el colegio electoral del Segundo Distrito Congresional de Maine. Este sería el escenario de ensueño de Trump, porque podría romper el muro de Clinton en Wisconsin, Michigan y Pensilvania, estados que no ha sido capaz de ganar en las encuestas. De haber sido así, tendría asegurado el triunfo.
Se proyecta que si gana Florida tiene 29 votos electorales, y eso le daría la victoria por 270 a 268. Apenas dos votos electorales enteros, una pequeña victoria, pero en fin una victoria. Hace unos días la Florida era estado de Trump, pero últimamente ha girado a Clinton. Ahora, ciertamente parece que el tamaño de las multitudes en los mítines de los partidarios de Trump son mucho más entusiastas que los de Clinton, ¿será eso suficiente para superar el trabajo territorial de Clinton, que parece estar mejor organizada?
Es por eso que tenemos que esperar hasta hoy por la noche. La pregunta es si ¿Podría depender realmente la elección en el Estado de Florida otra vez?
Lo cierto es que la dinámica del sistema político norteamericano cambió. La política exterior norteamericana podría también cambiar. Trump genera interés geopolítico.
*Columnista de El Diario de Hoy
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