Su familia y sus impuestos

Después de hacer su presupuesto descubrirá que buena parte de los frutos de su esfuerzo, coactiva y discretamente, se lo quitan a su familia.

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09 November 2016

Hace unos días, con mi esposa, hicimos un presupuesto familiar. Queríamos ver cómo estábamos en nuestras finanzas; de manera que hicimos un mapa de gastos.

Descubrimos que el tercer lugar lo ocupaban los impuestos. Y esa fue una conclusión conservadora. En realidad solo tomamos en cuenta el impuesto sobre la renta. La estrecha distancia que le separaba del segundo lugar es muy probable que se superara si hubiéramos podido contar el 13 % que pagamos cuando compramos cualquier cosa. Además ignoramos la contribución especial para la seguridad que pagamos en muchos bienes y servicios de uso diario, y quién sabe cuáles otros gravámenes de los que uno ni se entera.

Intenté buscar motivos que justificaban que buena parte (muy buena parte) del fruto de nuestro esfuerzo familiar lo dedicáramos a impuestos. No encontré ninguno.

La educación, salud, y seguridad, que son las funciones mínimas que debería cumplir un Estado, mi familia no las recibe del Estado. En nuestro presupuesto familiar tenemos partidas para pagar –además de los impuestos– educación privada, salud privada y seguridad privada.

Es justo sostener que la justificación de los impuestos no puede medirse en exclusiva en las contraprestaciones que uno recibe. Hay que observar cómo los impuestos que pagamos ayudan a otros menos favorecidos.

Pero uno no es ciego ni mudo. Vemos y conversamos. Y así me entero que la gente de mi entorno sin posibilidad de pagar educación, salud, y seguridad privada reciben las primeras dos con pésima calidad; y, en cuanto a la tercera, la seguridad, no reciben nada. Cero. Algunos, incluso, a cambio de los impuestos reciben inseguridad de las instituciones encargadas de proveerla.

Entonces, más allá de elucubraciones teóricas, ¿dónde radica la legitimidad de los impuestos? No lo sé.

Si usted, estimado lector, también es padre o madre de familia, empatizará con la idea de que buena parte de la motivación que impulsa el esfuerzo laboral y profesional cotidiano es la manutención de la familia. Sacar a los hijos adelante suele ser el combustible que nos empuja los lunes.

Si no ha calculado su presupuesto familiar, le invito a hacerlo. Vea con detenimiento cuánto paga de impuestos. Si es asalariado, no crea que tiene fuero tributario. Mes a mes le retienen buena parte de su salario para enviarlo de inmediato a las Tres Torres. El fisco es sigiloso pero inclemente. Como cura de inquisición.

Después de hacer su presupuesto descubrirá que buena parte (muy buena parte) de los frutos de su esfuerzo, coactiva y discretamente, se lo quitan a su familia para entregárselo a un ejército de políticos y burócratas. Luego analice qué recibe a cambio de ello. Honestamente espero que en su caso el saldo sea positivo, o, por lo menos, balanceado.

Hace un año escribía que bien haríamos en reformar el artículo 85 de la Constitución quitando eso de que el gobierno es republicano, y reconocer su carácter feudal. Solo era sarcasmo. Pero después de ver los números en esa hoja de Excel, no me parece tan descabellada la idea de sincerar la Constitución con la realidad.

Que no nos confundan con eso de que en materia de impuestos el gobierno es Robin Hood quitando a los ricos para dar a los pobres. No pretendo demeritar el carácter heroico del arquero de Sherwood. Al contrario. Lo que él hacía era quitarle al gobierno, representado en el Príncipe Juan, para devolverle a los contribuyentes; particularmente a los más pobres. 

En realidad el papel de esa leyenda que corresponde al gobierno y sus representantes es el del Sheriff de Nottingham, el recaudador de impuestos. Y ese tipo no era precisamente el héroe.
 

*Colaborador de El Diario de Hoy.
dolmedo@espinolaw.com