Complicar trámites y exigencias, alargar plazos, montar nuevas dependencias... todo esto será la consecuencia del veto a la ley de simplificación de trámites, a la que desde un principio se opuso el oficialismo en la Asamblea Legislativa.
Mientras más trámites y exigencias, más costos para la gente y para la economía, pero asimismo más oportunidades para que, a lo largo y ancho de la administración pública, o del desorden institucional que ha sentado sus reales en nuestro suelo, se extiendan manitas para pedir un donativo para la causa.
Oponerse a la simplificación de trámites es oponerse a la eficiencia y a la honestidad, un impedimento al desarrollo.
La burocratización de los trámites sólo permite que a lo largo y ancho de la res-pública se monten pequeños “puntos de asalto”. ¿Quieres seguir tu camino, amigo solicitante, sin esperar tanto? Pues estamos aquí recogiendo limosnas para la Pascua...
El vivo a señas...
Los que deben de estar encantados con la complicación de trámites son los involucrados en aduanas, permisos de construcción, o los que gestionan autorizaciones para importar... el enorme mosaico de entidades que forman el quehacer estatal se divide en pequeños feudos, minirreinos, con sus puntitos de asalto.
Por desgracia en menor medida fue siempre así: a los constructores que no invitaban al que autoriza planes a almorzar y durante el almuerzo no le pasaban un sobrecito debajo de la mesa, sus asuntos se paralizaban, como se paralizaban y se siguen paralizando los trámites de abogados que toman actitudes rebeldes frente a lo que sea.
“A Dios rogando y con el mazo dando” es que cada pueblo conquista su futuro
Todo buen revolucionario debe tener la oportunidad de robar gallinas (siguiendo sus modos de pensar, eso es), por lo que mientras más revueltas las aguas, aguas que ellos revuelven con sus movidas, mejor será para su tropa.
El principio de “el respeto a la gallina ajena es la paz” ha dado lugar a otro: la recuperación de gallinas en poder de la burguesía es no sólo un “derecho”, sino un mandato, como cuando un delincuente hace años mató por la espalda a un pobre vigilante del hospital Bloom, “que cuidaba a los ricos”, para “recuperar” su fusil.
Y nada más propicio para hacerse con sus gallinas, o por lo menos de unos cuantos pollos, que complicar las cosas.
Aunque alrededor de toda sociedad siempre merodean los que roban gallinas, les guste o no les guste, señores revolucionarios, el desarrollo, la civilización, la cultura, la buena formación de niños, las sociedades pacíficas sólo pueden asentarse sobre un Orden de Leyes que reconozca la propiedad privada por ser esta la base de la dignidad humana, lo que en la inmensidad de casos se ha forjado por el esfuerzo individual, ganado con el sudor de la frente de personas y grupos sociales.