Cuidado, que no somos los Estados Unidos

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18 November 2016

Creímos que ya todo estaba visto después de haber contemplado que en los Estados Unidos, el país que encabeza el primer mundo, se realizó un proceso electoral para presidente digno de la más vulgar república tercermundista. Pero no. Todavía faltaba lo que en nuestros lares abunda: la toma de las calles por grupos que se inician pacíficos pero van creciendo en violencia, a medida que crecen en número. Ah, pero nos superaron: porque nosotros, a lo máximo que hemos llegado, es a poner rotulitos en camisetas que dicen “yo no voté por él”, pero nunca le hemos quitado a un presidente, por mal que nos caiga, la responsabilidad de gobernar para todos los salvadoreños; tampoco hemos querido partir nuestro ya de por sí diminuto país para “independizarnos” porque el gobierno que eligieron los demás no nos gusta. Ni ha habido periodistas amenazando de muerte al elegido, en medio de una terrible borrachera para consolarse de que su favorito perdiera la elección. Y tantos escándalos más, unos mayores que otros, que han seguido tras el 8 de noviembre.

 Preocupa que los Estados Unidos hayan perdido el caché. Preocupa, porque ya se está dando la fácil explicación de que “la campaña xenófoba, llena de odio” que realizó Donald Trump es la causa de esta reacción. Y el tomar esto como cierto desencadenará más odio contra los “trumpistas”, quienes también reaccionarán contra sus atacantes y será la de nunca acabar. Aquí no vale la pena buscar culpables, sino aprender lecciones. 

 Ni la Sra. Clinton es Santa Hillary ni Trump es Mefistófeles. Ambos candidatos basaron sus respectivas campañas en denigrar al oponente, y para ello encontraron abundantes municiones. Hillary siempre se dio por triunfadora, y así lo corearon su partido, los Obama, sus seguidores, la prensa mundial, las encuestas, las mujeres, los latinos, algunos prominentes republicanos, artistas hollywoodenses de variado renombre y todo aquel que quiso opinar. Trump fue anticipadamente condenado no solo por todos los que apoyaban a Hillary, sino hasta por su propio partido. Y, a pesar de que él mismo y su bocota fueron sus peores enemigos, nunca perdió su auto confianza. No es de extrañar, entonces, que al conocerse los resultados de la elección, Trump haya estado tan campante, puesto que ya lo esperaba. Hillary en cambio ni siquiera pudo presentarse de inmediato ante sus seguidores; el golpe, por las expectativas generadas, fue mayúsculo, tanto para ella como para sus votantes.
 
 Ahora todos están tratando de rebajar el veneno que venían dispersando, pero ya ha causado daño. Dios quiera que esta ola violenta no pase a más.

 Y nosotros, mucho cuidado, que no somos tan civilizados como los Estados Unidos, vigilemos mucho nuestras palabras, porque estas se convierten en obras. Ya El Salvador no puede soportar más violencia, y la campaña gubernamental de odio contra los empresarios, ARENA y todos aquellos que les critican, incluso sus antes apoyados sindicatos, está tomando un sesgo peligroso. Hay mucho que corregir en nuestro país, pero el primer paso debe ser la moderación en el lenguaje. 

 Y la oposición, que señale, muestre, compruebe y ataque todo el daño que el FMLN y su gobierno están haciendo a El Salvador. Pero háganlo exponiendo la verdad con mesura, comprobándola con datos, proponiendo soluciones reales. No les elegimos para ser simpáticos, sino para sacar adelante nuestro país. 
 


* Columnista de El Diario de Hoy